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“Los de abajo” de Mariano Azuela

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Mariano Azuela

La novela Los de abajo de Mariano Azuela (1873-1952), tiene muchas directrices, los estudios han proliferado en las últimas décadas, algunos se decantan por la parte histórica, otros por la narrativa revolucionaria, e incluso, indigenista; algunos más, por la lectura social y cinematográfica.

No obstante, esta letrilla nace a partir de la inquietud que el mismo texto deja, tanto de la recepción estética como el interés en el proceso del escritor, pues son las impresiones, los grabados, las reflexiones que toman curso en el deslizamiento de la pluma del escritor.

La fuerza con que Azuela nos lleva por un recorrido de una etapa de su vida –coincidentemente, con la Revolución Mexicana– es lo que prevalece; aquellas imágenes sin palabras de la niñez que se prolongarán por las páginas del novelista, hasta fundirse en los recuerdos de la autobiografía:

[…] el sol quemante, los cielos tempestuosos con sus bocazos de lumbre y sus truenos a reventar oídos, los campos fertilizados, la vida estallando en todas partes y a la vez la soledad de la montaña con sus mil rumores de cenzontles, clarines, calandrias, gorriones, huilotas y diminutas chirinas; el suave cascabelear de una víbora que se desliza entre los varaduces, el lejano mugir de un toro bravío en el breñal […]

Mariano Azuela, “Autobiografía del otro” en Obras completas, México, Ed. F.C.E., 1958, tomo III, p. 1186.

Este fragmento corresponde a los recuerdos del escritor sobre su infancia, no es fortuito encontrar en las imágenes guardadas, el ambiente rural que se representará constantemente en los cuentos y novelas. Los de abajo tiene este carácter campirano, tan bien conocido en la niñez; aunque esta estampa tranquila, contrasta con las turbulencias del relato revolucionario.

La vida de Azuela que es la gestación de la novela

Mariano Azuela vive en Lagos de Moreno, Jalisco, relativamente en un ambiente campirano y sereno, estudió medicina por lo que la practica en su tierra natal, no obstante, la agitación política provocada por el Porfirismo está por desatarse, si bien Lagos es un pueblecillo tranquilo, se dejará sentir los cambios políticos, ya que Francisco I. Madero tiene varios seguidores en el lugar. (Robe, 1988: 153)

Azuela es un simpatizante de Madero y un adepto activo que forma un centro de propaganda a favor de éste, con lo cual provoca al caciquismo local, desde ese momento, para él, ser maderista: “fue lo mismo que ser criminal, perverso, enajenado o cuando menos anormal entre los menos severos” (Azuela, 1958: 1068).

Azuela fue nombrado Jefe Político de Lagos con el triunfo de Madero, pero tal hecho, sería ensombrecido por el presagio de lo que serán los triunfos de la Revolución: los cambios de bando de buenas a primeras, según se muevan las aguas.

El desencanto de Los de abajo no es más que realismo, crudo y sin tregua; en las páginas autobiográficas, nos describe cómo los caciques obtienen el beneficio de la revolución, al declararse revolucionarios maderistas para defender sus intereses, algo que por supuesto, al escritor le indignará completamente:

“Se dio, repito, el espectáculo más grotesco que había de repetirse durante todo el tiempo de la revolución: los enemigos más encarnizados de ella, luciendo la insignia de los soldados maderistas, una cinta tricolor en el sombrero”.

Mariano Azuela, “El novelista y su ambiente” en Obras completas, México, FCE, 1958, tomo III, p. 1068-1069.

A pesar de que Azuela tenía confianza en el nuevo presidente, la desilusión que le causan los oportunistas y las intrigas, hacen que renuncie a su cargo, retome su vida médica y la escritura, por la que nace en 1911 Andrés Pérez, maderista.

La Decena Trágica en 1913 provoca que, en mayo, Julián Medina se levante en armas en Hostotipaquillo, apoderándose del cuartel hasta los primeros meses de 1914 (Robe, 1988: 154). Azuela que no ha dejado de ser maderista, está al tanto de los movimientos.

Lagos, no se vio afectado por los levantamientos, aunque quedó aislado, Azuela se mantenía informado, así en los momentos más cruentos, termina su novela corta Los caciques, y no dejará de internarse en la vida de zozobra, sobre todo, cuando ve llegar a los soldados procedentes del norte del país:

“sucios, harapientos, muchos de ellos cojeando o heridos, mal vendados y todos abatidos de espíritu”.

Stanley L. Robe, “La génesis de Los de abajo” en Jorge Ruffinelli, Mariano Azuela. Los de abajo, México, SEP, 1988, p. 154.

Estos hombres eran parte del ejército federal a cargo de la defensa de Zacatecas, derrotados por los revolucionarios de Francisco Villa.

Con la Convención de Aguascalientes, el escritor decide unirse a ésta, sin embargo, lo reconsidera y se integra a la facción villista:

Nunca me imaginé que la ola incontenible habría de envolverme y arrebatarme en la lucha fraticida y sangrienta que faltaba, ya no por ideales altos y nobles sino por ambiciones de mando. Me encontré primero enrolado al partido de la Convención de Aguascalientes no sólo por simpatía, sino porque para mí representaba la legalidad, en seguida privado ya de la libertad plena de mis actos, los sucesos me colocaron en el campo de la facción villista y con el villismo de derrota en derrota […]

M. Azuela, “El novelista y su ambiente”, pp. 1075-1076.

José Becerra es uno de los amigos de Azuela que mantiene correspondencia y que comparte su activismo en Lagos, sin embargo, pronto se ve privado de esta amistad, cuando el poeta tiene que irse a Tequila; ahí, es cuando conoce a Julián Medina y le habla de su trabajo, junto a su amigo Mariano.

Así, el secretario particular de Medina, Francisco Delgado al pasar por Lagos se entrevista con Azuela y le convence para que se afilie a las fuerzas. Este es el momento del nacimiento de los personajes, circunstancias, escenas de Los de abajo.

Las circunstancias de Azuela: el contexto de Los de abajo

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Los de abajo de Mariano Azuela

A finales de octubre de 1914, Azuela viaja a la ciudad de Irapuato, Guanajuato, para ponerse a las órdenes del General Julián Medina, quien le nombra Jefe del Servicio Médico con el grado de Teniente Coronel. Desde el inicio, Medina y Azuela estrechan amistad e intercambian opiniones en un periodo de buena racha para los villistas, quienes dominaban el norte y el centro del país.

El escritor encuentra en la personalidad de Medina, uno de los dos modelos para su personaje principal. Al General lo describe de la siguiente manera:

“Joven todavía, cerca de los treinta años, alto, robusto, de faz bermeja, párpados un poco caídos, labios, gruesos, sin pelo de barba, de ademán lento, pero expresivo y seguro […]”.

Mariano Azuela, “Azares de mi novela ‘Los de abajo’” en Revista de la Universidad de México, Vol. 1, Núm. 2, México, noviembre de 1946, p. 2.

Demetrio Macías, el protagonista de Los de abajo, se representa en la novela como:

“Alto, robusto, de faz bermeja, sin pelo de barba, vestía camisa y calzón de manta, ancho sombrero de soyate y guaraches”.

Mariano Azuela, Los de abajo, México, FCE [2ª ed., 39ª reimpresión], 1999, p. 8.

En Guadalajara, el novelista bautiza al personaje principal, pero también deja de lado la figura del General para concentrarse en Manuel Caloca:

“muchacho de menos de veinte años, alto, flaco, olvidado, tipo un tanto, mongoloide, alegre e intrépido, de valor temerario en la pelea […]”.

M. Azuela, “Azares de mi novela ‘Los de abajo’”, p. 2.

La experiencia de Azuela en la tropa le permitió familiarizarse con el ambiente revolucionario, además de crear a sus personajes.

En diciembre de 1914, los villistas entran en Guadalajara, como un ejército imponente, mientras Julián Medina es gobernador estatal, por lo que Azuela es nombrado Director de Instrucción Pública de Jalisco. Sin embargo, los enfrentamientos militares entre villistas y carrancistas continúan, por lo que pronto Julián Medina se ve obligado a salir de Guadalajara, Azuela también; aunque Julián Medina retoma, posteriormente, el gobierno de Jalisco.

El novelista en todos estos vericuetos toma notas sobre las circunstancias, al mismo tiempo que se desapasiona de la revolución:

“Las manifestaciones exteriores que me dieron los actuales dueños de la situación, lo que ante mis ojos se presentó, fue un mundillo de amistades fingidas, envidias, adulación, espionaje; intrigas, chismes y perfidia”.

M. Azuela, “Azares de mi novela ‘Los de abajo’”, p. 2.

Al iniciarse los reveses del ejército villista en 1915, el optimismo del escritor declina. La derrota de Villa en Celaya, obliga al Ejército del Norte a retirarse. La desesperanza total inunda el espíritu:

“Mi situación fué entonces la de Solís en mi novela. ‘¿Por qué -le pregunta el seudorrevolucionario y logrero Luis Cervantes- si está desencantado de la revolución, sigue en ella?’ ‘Porque la revolución -responde Solís- es el huracán, y el hombre que se entrega a ella no es ya el hombre, sino la miserable hoja seca arrebatada por el vendaval’.”

M. Azuela, “Azares de mi novela ‘Los de abajo’”, p. 2.

En el mes de junio de 1915 en Tepatitlán, Azuela se queda para recibir a los heridos y atenderlos, en el sitio se encuentra con un amigo que lo invita a refugiarse en su hogar. Algunas escenas serán representadas después; por ejemplo:

“Acepté entonces, y después de enviar a mis asistentes disfrazados de arrieros con unos verdaderos arrieros que salían a otro día a Encarnación de Díaz, a la medianoche salí con un guía al ranchito donde debía permanecer a la expectativa”.

M. Azuela, “El novelista y su ambiente”, p. 1086.

El espionaje y las tretas en el camino para conocer cuántos conformaban al enemigo, debió ser un engaño común, o por lo menos, se debía tener la sospecha, por ello, en la novela este tipo de detalles, dan mayor credibilidad:

Avanzaron hacia el camino real y, a lo lejos, descubrieron el bulto de un hombre en cuclillas, a la vera. Llegaron hasta allí. Era un viejo haraposo y mal encarado. Con una navaja sin filo remendaba trabajosamente un guarache. Cerca de él pacía un borrico cargado de yerba.

Demetrio interrogó:
— ¿Qué haces aquí, abuelito?
— Voy al pueblo a llevar alfalfa para mi vaca. —¿Cuántos son los federales?
—Sí…, unos cuantos; creo que no llegan a la docena. El viejo soltó la lengua. Dijo que había rumores muy graves: que Obregón estaba ya sitiando a Guadalajara […]

M. Azuela, Los de abajo, p. 56.

El arriero resultó un espía de los federales.

Azuela sigue preparando Los de abajo, en tanto termina otra novela que representa también los enfrentamientos y derrotas de los villistas, Las moscas. Poco tiempo después Azuela se encuentra con Manuel Caloca, quien al estar herido, es traslado en camilla entre la sierra, dicha experiencia también es retratada, posteriormente, cuando Demetrio es herido en la primera batalla y es conducido por los cerros:

Y apresurados tomaron el cañón de Juchipila, rumbo al norte, sin descansar hasta ya muy entrada la noche.
La Codorniz no se apartaba un instante de Anastasio. Las siluetas de los ahorcados, con el cuello flácido, los brazos pendientes, rígidas las piernas, suavemente mecidos por el viento, no se borraban de su memoria.
Otro día Demetrio se quejó mucho de la herida. Ya no pudo montar su caballo. Fue preciso conducirlo desde allí en una camilla improvisada con ramas de robles y haces de yerbas.

M. Azuela, Los de abajo, p. 18-19.

El escaso y verdadero ejército pasa por el cañón de Juchipila, sur de Zacatecas, luego por el rancho de Limón, ahí la comitiva ve las casas de carrizo adornando los cerros. El recorrido sigue por el angosto desfiladero que franquea el río Juchipila, justo el lugar donde se enfrentan a los carrancistas, Azuela expresa al respecto:

“[…] al amparo de un covachón abierto en la peña viva, tomaba apuntes para la escena final de la novela apenas comenzada”.

M. Azuela, “El novelista y su ambiente”, p. 1087.

Azuela y Caloca llegan a Chihuahua, donde el coronel es atendido en el hospital militar, allí toma forma Los de abajo: “Con mis apuntes en el seno llegué a Chihuahua y allí comencé a darles forma” (ibidem).

El lugar tiene un dejo de desolación, pero es fecunda para su escritura: “No tiene máquina de escribir y prepara el manuscrito en su propia letra” (Robe, 1988: 172). Por la derrota de Villa tiene que trasladarse a El Paso, Texas:

“Como mis recursos se estaban agotando, salí de Juárez a El Paso con diez dólares en la bolsa. Visitamos a varios agentes de casas editoras y me pedía el original para enviarlo. Pero como yo tenía urgencia inmediata de dinero, tuve que aceptar la proposición de El Paso del Norte: mil ejemplares de sobretiro y tres dólares a la semana a cuenta, mientras se hacía la impresión. Al mes de haberlo repartido en puesto de libros y revistas, se habían vendido cinco ejemplares”.

M. Azuela, “El novelista y su ambiente”, p. 1087.

Con la máquina de escribir del periódico “El paso del Norte”, subsidiada por Carranza, pudo componer la tercera y última parte de la novela, mientras se publicaban la primera y segunda parte. Los de abajo es publicado en 23 entregas. La primera entrega fue el miércoles 27 de octubre de 1915; la última, el domingo 21 de noviembre.

La novela Los de Abajo

El primer título de la novela fue “Los de abajo.  Cuadros y escenas de la Revolución”, posteriormente quedó en “Los de abajo. Novela de la Revolución” (Ruffinelli, 1990 42). Dicha obra está dividida en tres partes, en correspondencia con el espíritu que vivió Azuela en la Revolución.

La primera parte consta de 21 capítulos en el que se describe la lucha contra Huerta, abarca el año de 1913; la segunda, es de 14 capítulos, aquí se detallan los excesos de los revolucionarios, por lo que es la euforia de 1914; la última parte, 7 capítulos, muestra la derrota de Villa y el supuesto triunfo de la revolución, es el año de 1915.

El relato narra casi dos años de lucha, donde el autor nos lleva por la evolución de las revueltas y de los personajes. La historia se desata cuando Demetrio Macías no atiende al consejo de su esposa: “mátalos”. Los oficiales que se introducen al hogar del protagonista son perdonados por el bermejo que deja que se vayan. Demetrio es un campesino a la cabeza de veinticinco hombres que son valientes como los más.

El primer enfrentamiento inicia en el peñasco de Juchipila. Los personajes se presentan y son entrañables:

La Codorniz surgió de improviso, en cueros, con los calzones tendidos en actitud de torear a los federales. Entonces comenzó la lluvia de proyectiles sobre la gente de Demetrio.
— ¡Huy! ¡Huy! Parece que me echaron un panal de moscos en la cabeza -dijo Anastasio Montañés, ya tendido entre las rocas y sin atreverse a levantar los ojos.

M. Azuela, Los de abajo, p. 16.

Azuela proyecta sus vivencias en la novela, pero él mismo dice:

“la mayor parte de los sucesos referidos en la novela no fueron presenciados por mí, sino construidos o reconstruídos [sic] con retazos de visiones de gentes y acontecimientos”.[26]

M. Azuela, “Azares de mi novela ‘Los de abajo’”, p. 2.

Algunos personajes, no obstante, son tomados de hombres que conoció. Como se ha mencionado Demetrio está basado en Medina y Caloca; Anastasio Montañez de Pedro Montes:

“un mocetón de treinta años, recio de carnes, de ceja y barba poblada, buenos ojos, ranchero fanfarrón y valiente y uno de los más simpáticos compañeros de Medina. Ingenuo y sencillo, presumía de rico por ser dueño de una yunta de bueyes, y de valiente por las balas que llevaba en su cuerpo, atrapadas en riñas de feria, bodorrio y taberna”.

M. Azuela, “Azares de mi novela ‘Los de abajo’”, p. 3.

El Güero Margarito se basa en un mesero del Delmónico de Ciudad Juárez, donde estuvo en varias ocasiones, aunque no peleó en las batallas, era un tipo que le gustaba codearse con los jefes, y era tan indeseable como en la novela. La Pintada, que en la novela es la mujer que acompaña al Güero y que mata a Camila por celos, es la acompañante del Coronel Maximiano Hernández, cabe señalar que la ropa llamativa es parte del realismo que se conserva.

El modelo para Pancracio es un hombre llamado Barbarito, uno de los brazos fuertes de Medina, un tipo temible por ser vengativo y cruel, según Azuela, carecía totalmente de moral. En cuanto a Luis Cervantes, está tomado de las características de la realidad:

“Luis Cervantes es un tipo imaginario construido [sic] con otro tipo imaginario y retazos tomados de la realidad”.

M. Azuela, “Azares de mi novela ‘Los de abajo’”, p. 2.

La Codorniz, El Manteca y El Meco, son soldados anónimos. Nombres de héroes reales se mezclan con los personajes, Julián Medina, Pánfilo Natera y Francisco Villa salpican las páginas; los lugares comunes se mezclan con las descripciones campiranas.

Un personaje es integrado posteriormente, en la edición “Razaster” (1920) que se da a conocer al público en 1924, es Valderrama:

“El poeta laguense José Becerra. Por la amistad íntima que cultivé con él, por su vida aventurera y por sus maneras extravagantes, fue el hombre que más material humano medio, no sólo para mis novelas de la revolución, sino para muchas anteriores y posteriores a ella. Mucho de él hay en el licenciado Reséndiz de Los fracasados, mucho también en el Rodríguez de Los caciques; se llama José María en un cuentecito publicado con ese nombre y es el Valderrama de Los de abajo“.

Mariano Azuela, “Autobiografía del otro”, p. 1042.

Este personaje de pronto aparece y, como tal, desaparece; sin embargo, le da a la novela un giro interesante:

Demetrio había vuelto la cara para que no le vieran los ojos. Pero Valderrama se echó en sus brazos, lo estrechó fuertemente y, con aquella confianza súbita que a todo el mundo sabía tener en un momento dado, le dijo al oído:

— ¡Cómaselas! … ¡Esas lágrimas son muy bellas!

Demetrio pidió la botella y se la tendió a Valderrama.

Valderrama apuró con avidez la mitad, casi de un sorbo; luego se volvió a los concurrentes y, tomando una actitud dramática y su entonación declamatoria, exclamó con los ojos rasos:

— ¡Y de ahí cómo los grandes placeres de la revolución se resolvían en una lágrima!…
Después siguió hablando loco, pero loco del todo, con las yerbas empolvadas, con el quiosco podrido, con las casas grises, con el cerro altivo y con el cielo inconmensurable.

M. Azuela, Los de abajo, pp. 141-142.

El desencanto de la Revolución se deja escuchar en voz de Demetrio, el eco de Solís y del mismo Azuela:

—¿Por qué pelean ya, Demetrio?
Demetrio, las cejas muy juntas, toma distraído una piedrecita y la arroja al fondo del cañón. Se mantiene pensativo viendo el desfiladero, y dice:
—Mira esa piedra cómo ya no se para…

M. Azuela, Los de abajo, pp. 148.

El mismo desencanto por el cual los detractores de Azuela lo acusan de antirevolucionario. Los críticos son mordaces con el escritor.

Un punto crucial es la forma narrativa, trunca y desaliñada, pero, por ello, da mayor realismo a su obra, hay que considerar que la novela fue redactada un tanto apresurada porque los apuntes se hacen en medio de las batallas, y al llegar a El Paso, está la premura del tiempo para publicar las entregas y de la falta de sustento económico. Una crítica dura fue la de Salado Álvarez, el 4 de febrero, en Excélsior:

…esta novela no es revolucionaria, porque abomina de la Revolución; ni es reaccionaria, porque no añora ningún pasado y porque la reacción se llamaba. Francisco Villa cuando la obra se escribió. Es neta y francamente nihilista.

Si alguna enseñanza se desprendiera de ella (y Dios quiera no tenga razón al asentarlo) sería que el movimiento ha sido vano, que los famosos revolucionarios conscientes y de buena fe [no] existieron o están arrepentidos de su obra y detestándola más que sus mismos enemigos.

J. Rufinelli, “Los de abajo y sus contemporáneos. Mariano Azuela y los límites del liberalismo”, p. 49.

La novela se dio a conocer a partir de los debates que los estudiosos norteamericanos abrieron con sus investigaciones al respecto de esta etapa mexicana y de la producción literaria; sucesivamente, el nombre de Azuela se fue dando a conocer, de tal manera que llegó a ser imprescindible su novela.

Si bien, Los de abajo termina en un ambiente de derrota: la mayor crisis de México en 1915, la inseguridad, la economía muerta, la presencia de tres presidentes de la República, que se reflejan en la tercera parte; lo cierto es que el realismo no tiene forma de ser atacada, aún más, su libro representa una revolución literaria, un punto de inflexión para los escritores como para los lectores. Cabe agregar, que en ediciones posteriores se mejoró la redacción y se corrigieron las erratas.

El cañón de Juchipila es el escenario para el final de la novela, el mismo lugar que fuera el inicio de las victorias de Demetrio y el lugar que más sinsabores le trajo a Azuela mientras estuvo con el ejército villista:

Pero el enemigo, escondido a millaradas, desgrana sus ametralladoras, y los hombres de Demetrio caen como espigas cortadas por la hoz. Demetrio derrama lágrimas de rabia y de dolor cuando Anastasio resbala lentamente de su caballo sin exhalar una queja, y se queda tendido, inmóvil.

M. Azuela, Los de abajo, p. 150.

No es raro que Azuela vea en el “triunfo de la Revolución” a los oportunistas que se convierten a las filas del vencedor para sacar provecho, mientras los verdaderos revolucionarios son los muertos. La imagen de Demetrio Macías, un héroe, como tantos los debió haber, que entrega su vida a la mayor obra, a la Revolución, es el destino del revolucionario:

La sierra está de gala; sobre sus cúspides inaccesibles cae la niebla albísima como un crespón de nieve sobre la cabeza de una novia.
Y al pie de una resquebrajadura enorme y suntuosa, como pórtico de vieja catedral, Demetrio Macías, con los ojos fijos para siempre, sigue apuntando con el cañón de su fusil…

M. Azuela, Los de abajo, p. 151.

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Bibliografía

  • Azuela, Mariano. “Autobiografía del otro” en Obras completas, México, Ed. F.C.E., 1958, tomo III.
  • Azuela, Mariano. “Azares de mi novela ‘Los de abajo’” en Revista de la Universidad, Vol. 1., Núm. 2, UNAM, México, noviembre de 1946, 1-2pp.
  • Azuela, Mariano. “El novelista y su ambiente” en Obras completas, México, FCE, 1958, tomo III.
  • Azuela, Mariano. Los de abajo. México, FCE, 1999. [2ª ed., 39ª reimpresión]
  • Robe, Stanley L. “La génesis de Los de abajo” en Jorge Ruffinelli, Mariano Azuela, Los de abajo, México, Ed. SEP, 1988.
  • Rufinelli, Jorge. “Los de abajo y sus contemporáneos. Mariano Azuela y los límites del liberalismo”, en Literatura Mexicana, Vol. 1, Núm. 1, UNAM, México, 1990, 41-64pp.

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