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José Juan Tablada: el erotismo imperecedero

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José Juan Tablada

La erótica es una provocación. Está justo en medio del deseo y la realización sexual. Es por ello, que el lenguaje de José Juan Tablada es una seducción constante, no requiere de elementos sexuales enfáticos, sino de aspectos que lo convoquen. He ahí como un lenguaje erótico se vuelve anacrónico.

La insinuación es una metáfora con la capacidad de traspasar el tiempo de los hombres y de las buenas conciencias moralistas y religiosas. Un tiempo perfecto, un movimiento eterno. Pero ¿quiénes son aquellos que expresan el lenguaje libertino?

El poeta, casi siempre, es uno de los favoritos para ser el acusado de la tentativa delictiva. En este sentido, el lenguaje del poeta no pasa desapercibido.

Tablada: el erotismo imperecedero

La sociedad mexicana, de finales del siglo XIX y de inicios del XX, era conservadora como cualquier otra, influenciada de la era victoriana y el reproche de la libertad sexual.

La secularización propiciada por el pensamiento de los liberales era la amenaza a las buenas costumbres que la Iglesia había implementado a lo largo de la Colonia; ahora, su lucha estaba destinada por regresar a sus ovejas al redil. Sin embargo, es por naturaleza, que aquello que sea prohibido, se quiera tomar con mayor deseo:

“Si el sexo está reprimido, es decir, destinado a la prohibición, a la inexistencia y al mutismo, el sólo hecho de hablar de él, y de hablar de su represión, posee como un aire de trasgresión deliberada”.

Georges Bataille, Las lágrimas de Eros, p. 62.

Tablada dejó indicios en su juventud, de la trasgresión de las normas, aunque no lo hace con un lenguaje soez, sino expresando una sexualidad fundida con la vida cotidiana; por supuesto, sin dejar de escandalizar. En el primer periodo de sus poemas (1892-1900), escribe “En el parque”:

Ya en la actitud rendida que la caricia invoca,
en la grama tendiste tus blancos brazos flojos
rendida ante los ruegos de mi palabra loca.

Y yo sobre tu cuerpo cayendo al fin de hinojos,
miré todas las rosas sangrando entre tu boca
¡y todas las estrellas bajando hasta tus ojos!

José Juan Tablada, “En el Parque” en Antología 200 años de poesía mexicana, p. 396.

Venus aparece, desde los primeros poemas, en una insinuación, lo que después cambiará para ser una fuerza patente de los deseos voluptuosos, y dará vida a la Venus del amor sensual, vulgar, irracional, aquél que se deja llevar por los sentidos, aquél que Platón exhortaría a evitar; a la vez, inicia un amor sublimado por el poeta, una Venus encarnada y poseída por la mitificación de un amor rescatado por el propio amante, al igual que Marcelo Ficino haría con el amor de la Venus Celeste del Banquete de Platón.

La entrega total al erotismo, se halla en el Florilegio, un libro que contiene el apartado titulado “Hostias negras”, que abarca un conjunto de poemas eróticos, Jesús E. Valenzuela lo califica de la siguiente manera:

“Cuando nos da a comulgar sus ‘Hostias negras’ experimentamos una sensación de malestar complicada de voluptuosidad y de regocijo: en la obscuridad del templo enlutado, la tentación roza nuestros labios con sus alas velludas…”

Jesús E. Valenzuela, “Para un libro de Tablada”, El florilegio, Obras Completas, vol. 1, UNAM, México, 1971 Apud Lenina M. Méndez, “El lado obscuro de Tablada”, p. 81.

En los tiempos de antaño cuando el pensamiento era primitivo y vivíamos en la libertad, porque no había leyes morales ni judiciales a las que pudiéramos sujetarnos, el sexo y la sexualidad no podrían haber sido prohibidos.

Pero, si como señala Bataille, el sexo es como una pequeña muerte, los más preocupados por el riesgo de la humanidad y por el derecho de la supremacía de la moral, suponían que se tenía que limitar el impulso sexual, tradición que ha estado a cargo de la religión y la moral –cómplices tácitas– para someter a los individuos y provocar un cierto deleite en nuestro descubrimiento del lado oscuro:

Y al fin por confirmarte ― regia Madona
En tu trágico aspecto de dolorosa,
Con los siete Pecados, siete puñales
He de forjar, y luego — juglar infame —
Bárbaro, voluptuoso y enamorado
Traspasaré con ellos tu pecho blando,
¡Tu pecho sollozante, rosado y tibio,
Tu pecho ensangrentado y estremecido!

José Juan Tablada, “Ex voto á una madona. De Baudelaire” en Florilegio, p. 175.

Tablada: un poeta maldito de la estirpe de Baudelaire y un abyecto digno de la amistad del Marqués de Sade. Los elementos cristianos se funden con los pecados voluptuosos. La lujuria del hombre se vuelve el verso del poeta:

“En la Erótica, el juego es más complejo; implica el dominio de sí del amante; implica también que el amado sea capaz de instaurar una relación de dominación sobre sí mismo, e implica, finalmente, en la elección sensata que hace uno del otro”.

Michel Foucault, Historia de la sexualidad 2. El uso de los placeres, p. 187.

No sólo la vida personal de Tablada se manifiesta en sus poemas, también se expresan los deseos de los hombres, la transgresión a una religión limitante y a las expectativas de la escritura para construir nuevos amantes.

En el artículo de Lenina M. Méndez, “El lado obscuro de Tablada”, se remite el viaje del pecador, redimido por el amor divino, como Dante lo hizo al atravesar el infierno y el purgatorio para llegar al cielo, a lado de Beatriz; o como lo hiciese Fausto al redimirse por el amor, tras convocar a Mefistófeles, igualmente como San Agustín al dejar en sus Confesiones las sombras de sus amores carnales para hallarse con la Virgen; asimismo, Tablada se ha de encontrar con la Venus Celestial:

[…] la serie van siguiendo una evolución que nos muestra las diferentes etapas de un ser atrapado en las sensuales garras del demonio femenino, pasando por sus tormentos interiores causados por las bajas pasiones, situación que lo lleva a dudar totalmente de la existencia divina, hasta llegar a un grado superior de arrepentimiento por la lujuria pasada y un nuevo y feliz reencuentro con la fe perdida.”

Lenina M. Méndez, “El lado obscuro de Tablada”, p. 82.

Así termina, Tablada, glorificado por su erotismo, ¿no es acaso que en los excesos nos encontramos con nosotros mismos? Porque perderse es encontrarse:

“Cuando el cuerpo se inunda de deseo perdemos de vista el mundo, y todavía más a medida que se acerca el clímax. El deseo llena por entero nuestro horizonte mental”.

Simon Blackburn, Lujuria. Los siete pecados capitales, p. 41.

Este desbordamiento de los sentidos es el reflejo de nuestros íntimos deseos y, por lo tanto, no queremos eliminar al mal porque estamos complacidos con él, pero tiene que llegar la satisfacción y, con ello, una nueva luz:

Al fin de este libro murmuro Laus Deo
Y entre las penumbras de mi alma veo
Frailes inclinados sobre sus misales
Y cruces encima de las catedrales

José Juan Tablada, “Laus Deo” en Florilegio, p. 199.

José Juan Tablada terminó su viaje de madonas pecadoras, pero se ha quedado con nosotros la erótica desplegada, la que es medio y fusión en el fin del amor.

“La problematización se hará pues en la forma de una reflexión sobre la propia relación: interrogación a la vez teórica sobre el amor y prescriptiva sobre la forma amorosa”.

M. Foucault, Op. cit., p. 187.

Por ende, allende del viaje del poeta me quedo con la pequeña muerte batailliana y con la perenne seducción que el erotismo te provoca:

El corazón desangra herido
bajo el cilicio de las penas
y corre el plomo derretido
de la neurosis en mis venas

José Juan Tablada, “Misa Negra” en Florilegio, p. 191.

Como diría Blackburn: “La poesía y el fingimiento pueden dominarnos enteramente, y por un momento al menos somos lo que imaginamos ser” (p. 110), ser aquellos dos seres que se funden en los versos del poeta del erotismo.

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Bibliografía

  • Bataille, Georges. Las lágrimas de Eros. Trad. David Fernández, Barcelona, Ed. Tusquets, 2007 [4ª ed.].
  • Blackburn, Simon. Lujuria. Los siete pecados capitales. Trad. Ramon Vilà, España, Editorial Paidós, 2005.
  • Foucault, Michel. Historia de la sexualidad 2. El uso de los placeres. Traductor Martí Soler, México, Siglo XXI, 2003 [15ª ed.].
  • Méndez, Lenina M. “El lado obscuro de Tablada” en La Palabra y el Hombre, no. 108, Universidad Veracruzana, octubre-diciembre 1998, 81-93pp.
  • Tablada, José Juan. “Poemas selectos” en Pacheco, José Emilio. Antología del modernismo. México, UNAM-Era, 1999, 189-226pp.
  • Tablada, José Juan. “En el parque” y otros poemas en Antología 200 años de poesía mexicana. México, Ed. Éxodo, 2012, 395-400pp [1ª reimpresión].
  • Tablada, José Juan. Florilegio. México, Biblioteca poetas americanos, CONACULTA, 1904.

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