Se presenta una letrilla sobre tres textos de tres ateneístas: José Vasconcelos, Pedro Henríquez Ureña y Antonio Caso.
A veces la filosofía se encierra con estructuras tan sublimes que parece sólo ser asequible a los iniciados, aún más, algunos de estos ilustres sabios se vanaglorian de que sea de este modo, señalando que el destino de aquélla podría cobrar esplendor en manos de unos cuantos. ¡Cuán alejado quedó el divino Platón, la filosofía que nacía de un mundo al que se le buscaba solucionar los problemas, sin pretensiones de construir castillos en el aire!
México durante el siglo XIX, buscaba en los sistemas filosóficos de Europa las respuestas para una nación que exigía lo contrario, y en su búsqueda miraron al vecino norteamericano como modelo a seguir, así los pensadores fijaron su atención en los conceptos de “República” y “liberalismo”, iniciando un camino que en la política se mantendrá hasta nuestros días, no así la filosofía que tuvo que romper –no se sabe aún si con gran éxito, pero está en el camino– con la filosofía europea, para voltear hacia sus propias entrañas.
Tal cambio no ha sido fortuito, el nuevo paradigma que nos permite entender el contexto nacional y americano –para ser más precisos, latinoamericano– se ha debido, en gran parte, a quienes percibieron otras formas de pensar. Estos pensadores nos enseñan a mirar al pasado, a revitalizarlo, como quien se asoma a un abismo del que sabe que ya no hay nada que temer, sino aprender sobre el descenso para construir un puente al presente. En este orden de ideas, en el albor del siglo XX, el Ateneo de la juventud tuvo un papel importante.
La acumulación de conocimientos no tiene mayor utilidad que una enciclopedia, sino la vinculamos con nuestra realidad, con el contexto en el que vivimos y damos muestra de interés por ella, probablemente, las mejores obras filosóficas han nacido con la inquietud de responder a la realidad, ¿la República de Platón para ordenar la polis colapsada por las crisis económicas y sociales? ¿La Ética de Spinoza sobre la educación en la moral? ¿La Crítica de la razón para reordenar la idea del deber?
¿Cómo hacer nacer en México, no sólo una obra, sino planteamientos dignos de una “nación” diversa, sin copiar lo extranjero, sin caer en el pragmatismo y utilitarismo? Latinoamérica no está exenta de grandes pensadores y obras, basta mirarnos, conocernos, para encontrar algunas respuestas que han estado ahí listas para ser desveladas, pero también para ser la base de un pensamiento propio y contemporáneo que analice críticamente el presente.
Los textos de los ateneístas
Pedro Henríquez Ureña analiza la obra de José Enrique Rodó e inicia con una frase de gran fuerza: “Género de heroísmo”. Los libros cobran mayor significación con la intención del hombre. Por ello, Henríquez Ureña, distingue a los hombres de pensamiento y acción, entre ellos está Rodó, quien es el maestro que educa con sus libros.
La estructura del ensayo demuestra que la forma narrativa es determinante para la recepción lectora, pues si la forma es asequible, el contenido podrá ser recibido, de ahí que los sistemas filosóficos con redacción deficiente sean arcaicos, e incluso el autor señala que “pese a los que creen imposible hallar ideas donde hay estilo”, éstas se conforman con el estilo mismo, a lo que llamará “evolución”.
Henríquez Ureña a través del análisis a los libros de Rodó, plantea el ejercicio de pensar, el razonamiento metódico y el estilo de la expresión como concepto de “evolución”, algo que es inevitable en el desarrollo de la personalidad, por ende, el tema de la vocación y la enseñanza en Rodó derivarán en la fe en el destino, la confianza y la manifestación de nuevas ideas.
Lo interesante en el análisis, no es la propuesta del contenido del ensayo, sino la aplicación que el autor hace, es decir, que no sólo “habla” de las enseñanzas del autor de Ariel, sino que, al hacer referencia al género de heroísmo, está construyendo el género mismo, de este modo se va edificando el pensamiento latinoamericano. La historia de las ideas de Nuestra América tuvo diversas ramificaciones, no obstante, hay una línea de relevos que dan continuidad al pensamiento.
Antonio Caso en su texto “La filosofía moral de Don Eugenio M. de Hostos”, retoma al mentor de Henríquez Ureña, en éste la estructura es filosófica, de forma sistemática establece el pensamiento de Hostos, pero lo encamina hacia su propia propuesta. El argumento se centra en la educación moral, el deber, la voluntad, la moral racionalista y el desinterés como acción ética. Lo que resalta del filósofo que estudia es la idea de “igualar su vida con su pensamiento”, lo cual es mediado por la voluntad, el ejemplo de la existencia que sobrepasa la importancia de los libros y las creencias filosóficas, y que cumple con una antigua misión: el deber.
José Vasconcelos ensaya sobre Gabino Barreda, y el planteamiento de su obra se asoma como presagio: “la educación para el futuro”. La escritura es fluida, casi como un relato, pero su contenido se aleja de la moraleja o de la historia casual, pone la atención en que la virtud es la crítica, encontrando en ello, el valor procreativo. No se trata sólo de estudiar al maestro, sino de toma de su mentor un sistema inacabado para que sea un planteamiento perene, en otras palabras, un maestro sólo es un escalón en la cadena humana.
El sistema inacabado es lo que hace que cada generación continúe con la crítica, que no se detenga el ejercicio del pensamiento, por ello, señala que hay que volver a Gabino Barreda, pero en el fondo, ¿no está la idea de que hay que regresar a los maestros, cuestionarlos y seguir en el perfeccionamiento del pensamiento?
Gabino Barreda implantó, para el autor del texto, los fundamentos de un sistema de pensar distinto del que había prevalecido en los siglos de la dominación española, pero así mismo Vasconcelos y los ateneístas rompieron con la forma de pensamiento del siglo XIX, a través de planteamientos que no se refugian en los juicios definitivos o en sistemas inasequibles, sino que copelen a la acción, a pensar el presente, revitalizando el pasado y construyendo el propio pensamiento, dejando a un lado lo infecundo y mediocre.
Los tres ensayos ateneístas se centran en el problema de la educación y el deber, pero más esencial es que nos muestran el ejercicio de la crítica para construir el propio pensamiento, en ello radica su enriquecimiento, en sistemas inacabados que permiten continuarlos, en la crítica metódica y en un estilo expresivo que permite desarrollar el análisis personal.
- Manifiesto
- “Visión de Anáhuac” de Alfonso Reyes
- “La intelligentsia mexicana” de Octavio Paz
- Tres ateneístas
- “Ramón López Velarde” por Xavier Villaurrutia
- “Por los caminos de la memoria” de Hugo J. Verani
- Orozco por J. Fernández, X. Villaurrutia y J. Cuesta
- “Ramón López Velarde: ‘Me asfixia, en una dualidad funesta’”, de Carlos Monsiváis