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¿Cómo se vinculó la fe con la filosofía? (Siglos II y III)

A esta pregunta general hay que situarla en los siglos II y III, en un periodo en el que se estaba definiendo un rumbo. A partir de los datos históricos que acontecieron antes, durante y después de dichos siglos, así como de los corrientes ideológicas, simbólicas y filosóficas que puedan ayudar a resolver la vinculación.

Acataré en este espacio el problema del hombre ante la problemática de la fe con una divinidad que surgía no sin graves problemas de demostración existencial, en la base histórica y patrística, así entablar el vínculo entre la razón con la fe y, por lo tanto, que nos ilumine el camino de la Filosofía que brotaba del cristianismo.

¿Cuáles son las líneas argumentativas para vincular la fe con la filosofía?

Emprender la resolución de esta cuestión conlleva de fondo a hablar del tema del cristianismo y de las herejías, movimientos históricos que fueron fundamentales para las nuevas doctrinas filosóficas y por lo tanto de las teologías.

La palabra Herejía proviene del griego hairesis , que significa “elección”, y no tuvo el sentido peyorativo con que se le catalogó por la iglesia católica, sino hasta a partir del año 325 aproximadamente, en que este concepto empezó a usarse de tal modo para señalar a las ideologías judeo-cristianas que no se ajustaban a los cánones de la nueva religión.

Comenzaré por mencionar a las comunidades judías que eran varias. “El cristianismo original es una herejía del judaísmo”.[1] Y el judaísmo es, realmente, judaísmos en plural pues fueron varios los pueblos que desarrollaron sus propias sabidurías.

El catolicismo tomó de casi todas un poco de lo que renegó después por considerarlas sacrílegas, desde los saduceos, fariseos, zelotes, maniqueos y esenios, es de estos últimos de quienes toma más elementos, “el esenismo tardío no es otra cosa que el cristianismo de los orígenes, el judeocristianismo”.[2]

Ahora bien, estas corrientes de idolatría estaban envueltas en un escenario de caos en los siglos correspondientes. Allá por el siglo III “la unidad del mundo romano se esfuma: el corazón, Roma e Italia, se anquilosa, ya no riega los miembros que intentan vivir su propia vida; las provincias se emancipan y después se convierte en conquistadora” [3].

Los bárbaros que ya desde el siglo anterior han hecho de su fuerza la destrucción más devastadora han interrumpido con zozobra el mundo romano, no es que antes de esta irrupción no hayan visto asesinatos brutales o que hubieran tenido una vida más bienhechora, sino que es por las armas con que atacaban queriendo no subyugar sino aniquilar, pues su organización era el caos, aun cuando admiraban la estructura romana.

El universo del occidente se vio así empobrecido, y el estancamiento interior alrededor del año 107 fue la atmósfera predominante en los siguientes. No es casualidad que muchas de las ideas sobre los infiernos tomarán nuevos caminos, porque los crímenes contra los judíos de los que la Iglesia luego tomó como suyos para inflar la lista de mártires cristianos, exigía respuestas de castigos contra quienes transgredían las reglas –que no tenían los límites claros. 

Pues necesitaban saber que no había un solo lugar para los muertos como solían pensar, “la suerte era la misma para los buenos que para los malos: ni juicio, ni castigo, ni recompensa”.[4] El infierno comenzaba en esta vida y continuaba más allá, según la suerte con la que morían y con la forma que vivían, no había muchas variantes desde el mundo babilónico o incluso el seol de los hebreos.

Los cánones de los evangelios del Antiguo Testamento y del Nuevo parecen contradecirse en ciertos puntos. Cuando se estableció en el concilio de Nicea la religión de Estado por Constantino, se trabajó sobre los escritos que serían la base de la Biblia.

Así tenían que establecer no sólo el fundamento de una religión o Iglesia sino construir una historia que sustentaría la doctrina, como si siempre hubiera estado ahí. De ahí las contradicciones. Por supuesto, antes y después de Jesús una afirmación divina de que ellos eran los únicos que sustentaban la verdad, era parte del establecimiento de la religión de Estado.

La teología cristiana encontró en la Filosofía las respuestas para los huecos metafísicos que pudieran impugnar los adversarios, sin embargo, es injusto, establecer un servilismo tal, es más complejo que ello, pues es menester agregar que los filósofos asimismo buscando respuestas se hallaron con el cristianismo: un mutuo encuentro.

El sincretismo del angelos-christos –ángel mesías-, dio como resultado el poderío del Mesías, que incluyó lo que los griegos llamaban chrestos o christos; de los fariseos, la resurrección de los cuerpos, el infierno y paraíso, el juicio final y hasta el nombre de las sinagogas que ellos nombraron como ekklesiai sirvieron.

De los gnósticos recuperaron “una cosmogonía fundada en el deseo amoroso y la tortura de esta enajenación”[5], lo que daría como resultado las ideas del amor, además: “hacía mediados del siglo II en Roma, Hermas refleja en sus escritos una cierta idealización de la pobreza”.[6] Y no sólo esto, sino que, como la congregación estaba creciendo, recogieron a todos aquellos a quienes se podrían nombrar minorías.

“La primera Apología de Justino Mártir refleja las actitudes y las prácticas que caracterizaban a la Iglesia en Roma alrededor del año 150. Aquí, otra vez notamos la relación estrecha entre la celebración conjunta de la eucaristía y el ágape, y el reparto generoso de los bienes materiales que sigue inmediatamente después de compartir el pan y el vino.

Se nota también la atención que se presta a los miembros marginados de las comunidades cristianas. Las viudas y los huérfanos, los enfermos, necesitados, los encarcelados (por la persecución oficial) y los forasteros, todos son objetos especiales de la preocupación comunitaria”.[7]

Es curioso ver la formación de una invención trocada en verdad, pues ya se habla de una persecución oficial. Le Goff señala al respecto que “lo que los romanos paganos no hicieron soportar a los mártires cristianos, lo hicieron soportar a los suyos los francos católicos”[8], es decir, no hubo tal persecución oficial hasta el concilio de Nicea y los romanos fueron bastante tolerantes.

Si hubo represalias contra alguna comunidad judeo-cristiana lo mismo pudo ser para una que para la otra y así como sucedía dejaba de acontecerle para pasar a otro grupo, así podían ser judíos, cristianos o no-judíos y no-cristianos, todo dependía de la política en turno, ya que variaba mucho el tipo de persecución.

Más bien el hostigamiento fue caótico, de aquí que los lapsi o caídos, sobrevivieran pues ellos fueron los que relegaron de su fe para salvar la vida y luego formaron el catolicismo teniendo como argumento que más valía un lapsi vivo que un mártir muerto.

Efectivamente ya se estaba constituyendo una hidra –por aquello de las cabezas-, que era capaz de retraerse y luego fingir lealtad. Nada hacía parecer que el camino fuera ingenuo. No es la falta de vergüenza, por ejemplo, la invención de un pueblo como Nazaret para la natividad cristiana, que dicho lugar no existió antes del siglo IV, sino por el contrario una gran visión.

En los primeros siglos de nuestra era la pistis sophia (sabiduría de fe), de los gnósticos lo que tuvo una gran relevancia, fue el parteluz. La pistis (fe) es el sostén máximo de la filosofía cristiana ayudada claro por las postrimerías y las revelaciones.

“La sabiduría presenta la fe judía bajo ropaje neoplatónico para dar a conocer la ‘verdadera’ religión a los paganos helenizados de Alejandría”,[9]

El macrocosmos y el microcosmos humano, la dualidad del cuerpo con el alma platónico, el pneuma aristotélico, todo lo que pueda aprovecharse para explicar lo que se supone Dios quiso dar a entender a los elegidos como Moisés, son alternativas para llegar al conocimiento. No tenían fronteras, pues se apoyaron, también de las filosofías árabes.

Sócrates o Zoroastro, por ejemplo, fueron iluminados, aunque siguieran siendo paganos. Para Clemente fue necesaria la salvación de los filósofos griegos por su sabiduría heredada, pero otros menos benevolentes los condenarían; mientras que Orígenes sintetizó el cristianismo como filosofía.

La Fe sería a partir de ese momento un criterio de certeza por nombrar lo expresado por Tertuliano, credo quia absurdum, aunque de esta manera la Filosofía parecía alejarse, seguía ahí. De la filosofía griega al cristianismo pasando por el estoicismo, solo quedaba la verdadera Filosofía, según San Justino.

Le Goff señalaría: “El medio árabe es en efecto ante todo un intermediario. Las obras de Aristóteles, Euclides, Ptolomeo, Hipócrates, Galeno fueron llevadas al Oriente por los cristianos heréticos –monofisitas y nestorianos- y los judíos perseguidos por Bizancio”.[10] Un hilar de ideas y conceptos sin límite territorial.

La cosmovisión de la Biblia y la filosofía antigua, que es la distinción entre la fe y la dialéctica (razón), se funden para ser apoyada en una sola demostración: la revelación de las escrituras.

El nuevo espíritu de la patrística será resolver las preguntas sobre cómo llegar a lo divino y cómo el alma –parte suprema del hombre- se puede salvar y llegar a la infinita gracia benevolente de ese Dios, que aún sigue siendo vengativo, pero que sólo espera que sus súbditos sigan su camino, así lo único que pide es fidelidad.

¿Cómo? ¿Si la existencia de aquellos ya era frustrante por negarse la felicidad en la vida por seguir el camino de la bondad, tenían que esperar una recompensa y salvación en el más allá?

“El fundamento de la moralidad será la fidelidad […] el antiguo tenía que ser justo o recto; el hombre medieval tendrá que ser fiel”.[11]

Pero, había que ser fiel, no sólo a Dios, sino a la Iglesia porque es ella la elegida por Él, porque Jesús le dijo a Pedro que sobre él edificaría su Iglesia[12]. Tanta es la importancia que va surgiendo que Rufino declara que “no quiero la sabiduría que no enseñaron Pedro y Pablo; no quiero la verdad que no aceptaron los apóstoles”.[13]

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“La creación de Adán”. Obra de Miguel Ángel

Los evangelios no resuelven todas las dudas, por eso la propagación de la imaginería sobre los infiernos o la infancia de Cristo abundan, los Evangelios apócrifos, llamados así por estar ocultos y no por falsos, daban algunas respuestas, aunque también estaban llenos de curiosidades, como la de un niño Jesús malvado, Cristo en los infiernos antes de su resurrección, la niñez de María o el encuentro de los infantes próximos apóstoles con el Salvador.[14]

Estos dieron pie para contrariar la divinidad de Jesús pero evidentemente no pudieron obstruir el camino: “Esta unidad la debemos mantener y reivindicar sobre todos los obispos que presidimos la Iglesia para demostrar también que el propio episcopado es uno e indiviso”.[15]

La unidad que es Dios se expande hacia el todo, el todo se reduce a la Unidad, que es Dios. De esta misma manera quienes pertenecen a la Iglesia defienden su Unidad: “Los intelectuales de la Edad Media son ante todo intelectuales ‘orgánicos’, fieles servidores de la Iglesia y del Estado”.[16] Fidelidad, pues, a Dios y a la Iglesia, eso será la Fe.

¿Cómo lograr la fidelidad? Es el plano simple de la moral y la complejidad de la negación del yo y su recompensa. La moral cristiana que se sustenta en la pureza y la virginidad niegan lo que se es en sí mismo y lo que es la felicidad en la tierra como el sexo, el orgullo, la glotonería, la riqueza, etc., basta darle un vistazo a los siete pecados capitales.

San Agustín, es un ejemplo muy claro de las contradicciones que hay en el ser humano, digo claro porque sus confesiones podrían parecer las de cualquiera que no es santo y desea seguir el camino del bien cristiano; es decir, la lucha interna contra natura. En su declaración de “no existiría, pues, Dios mío, no existiría yo en absoluto, si no estuviera en ti, de quién son todas las cosas, en quien son todas las cosas”.[17] Da por ipso facto que nuestra obligación es para y con Dios.

San Agustín en el soliloquio de su confesionario se cuestiona sobre los pecados en su infancia, se culpa de soberbia, adulación y vanidad, subiendo así el tono hasta su adultez, y aun cuando es convertido al cristianismo.

Si exageró algunos de los pasajes como indican sus retractores no le quita mérito, más nos ilustra sobre la problemática de la búsqueda. Si duda sobre el bautismo fallido, de que fuera la causa de que viviera en un constante riesgo la pérdida del camino de Dios, es porque él piensa que la vida en pecado es una enfermedad y necesariamente se sana creyendo, teniendo fe.

La fe es la cura. Sabe bien “que la carne codicia contra el espíritu y el espíritu contra la carne”[18]

Buscar a Dios, entonces, es como un sueño que hay que superar. ¿Qué buscamos? Es la pregunta que se hace quien encuentra el libro en la historia de San Antonio Abad, hay tantas sectas, que la pregunta es tan importante para llegar al conocimiento de Dios: “Soy conociendo y queriendo; conozco que soy y que quiero; quiero ser y conocer”[19] porque querer es a Dios, conocer es a Dios, Todo es a Dios. Aquí está conjuntándose la fe y la filosofía.

“San Agustín intenta una síntesis entre las hipótesis contradictorias de la época precedente que servirá de guía para la elaboración de la doctrina oficial de la Iglesia”.[20] El número trinitario que cubre la Edad Media de padre, hijo y espíritu santo está en todos los lugares: en lo social y lo político, en la división de clases, en los rezos, en el trabajo.

Igualmente, en Hipona con la trinitaria de summum bonum, médium bonum o voluntad y las cosas temporales. El Verbo es el espíritu santo, Jesús es Verbo encarnado y el Verbo es Dios. Dios es Unidad. Hay que recordar que los intelectuales son vendedores de palabra, su oficio es pensar y enseñar, y esta labor contribuyó a la difusión.

Otro, gran pensador, que unió a la fe y la filosofía fue Dionisio Areopagita. Si bien, el sendero para llegar a Dios es distinto, el fin sigue siendo el mismo: “Las cosas más santas y sublimes percibidas por nuestros ojos e inteligencia no son las razones hipostáticas de los atributos que verdaderamente convienen a la presencia de aquel que todo lo trasciende”.[21]

Para llegar a Dios es menester dejar atrás todo cuanto somos y conocemos porque “el hecho es que cuanto más alto volamos menos palabras necesitamos, porque lo inteligible se presenta cada vez más simplificado”.[22] Así, en su filosofía hay que ascender, sin embargo, no de las formas como se acostumbraba.

Dios, está más allá de lo sensible e incluso de lo inteligible por lo que solo renunciando a la visión y al conocimiento se logra la experiencia mística de la divinidad. Dios es la causa suprema “absolutamente nada se puede afirmar ni negar” [23] de Él. Lo cual tiene en el trasfondo la creencia o la fe.

Pocos son los que discurriendo más allá del plano del cristianismo hacen una Filosofía, uno de ellos, “Pelagio estima que el hombre dispone de una fuerza de voluntad suficiente para acceder a la virtud y al bien”,[24] definitivamente minimizando el trabajo de la iglesia contrajo severas sentencias, había por supuesto más defensores.

San Agustín señala al respecto que “sin la ayuda de la Iglesia, el hombre, criatura débil e indigna, no podría resistir las argucias demoníacas de la naturaleza” [25] por eso es tan importante el bautismo porque nos purifica.

Otro filósofo, Lucrecio, adelantado a su tiempo, apunta que la muerte es total que no hay infiernos y la religión es la culpable de la existencia de dicho lugar y por consiguiente de la angustia que sufren los fieles, ya que la angustia fomenta el odio a sí mismo. Además la acusó de provocar la impiedad.

Tocando nuevamente el problema de la negación del yo “de esta inmensa frustración nace el deseo de la aniquilación del otro, de quien ha afirmado su yo durante la vida; el infierno será el lugar de esa aniquilación en forma de sufrimiento eterno” [26] luego de toda una vida de represión nace el deseo inconsciente de que aquellos que no siguieron los preceptos sean castigados y qué mejor que sea eternamente.

Desde el siglo II los padres ya usaban el miedo al mundo infernal que se alimentaba de muchas clases de imaginería para mantener a los feligreses. Clemente decía que el castigo era para corregir y no como un acto para vengarse. Para Orígenes “Dios no nos envía al infierno, somos nosotros mismos quienes nos ponemos en una situación de infierno por la mala conducta y quienes sufrimos las consecuencias”.[27]

Para San Jerónimo es más importante la fe en Cristo que hacer de la salvación la conducta misma y para Juan Crisóstomo es peor estar separado de dios que estar en la gehena. Ante todas estás ideologías “nunca en la Iglesia se ha convertido una creencia en dogma si antes no se ha difundido ampliamente en la opinión común”.[28] Está es y será la piedra angular de la sustentabilidad de la fe.

Los símbolos bíblicos y conceptos filosóficos son seleccionados y no hay que olvidar que los fieles y los predicadores añadirán imágenes de su cosecha. Así se alimentarán unos a otros. La Edad Media irá popularizando y haciendo de esta imaginería un estatuto oficial y por ende resultará de modo muy práctico la evangelización: es el peligro que tiene el lenguaje simbólico.

Clemente en su afán de reconciliar los caminos hacia Dios, atribuía a los judíos la ley y a los griegos la filosofía: “El símbolo termina por convertirse en realidad y encarcela el espíritu en la prisión de las imágenes. ¡Ante lo inexplicable, lo más oportuno es el silencio!”.[29]

Incluso en la actualidad se piensa que la “herejía es la dislocación de alguna construcción completa, que se sostiene por sí misma, mediante la introducción de una negación posterior de alguna de sus partes esenciales”,[30] es decir, la Iglesia está consumada, se completó la imagen de que ella ha estado siempre ahí y que la intención de los herejes y paganos es la de desmembrarla, antes claro que la de hacer crecer al hombre por elección:

“El hecho es que la doctrina (y su negación) formó la naturaleza de los hombres y que las naturalezas así formadas determinaron el futuro de la sociedad constituida por esos hombres.”[31]

No hay negación posible, sólo el hecho. Ante las preguntas si es cierto o no darle la razón a una de las partes de la discusión de los ortodoxos y herejes, lo único que nos queda es que ya forma parte de nuestras vidas en la historia, en lo cotidiano y en la Filosofía. La fe es producto de los siglos en que la creencia a Dios se volvió su propia afirmación.

Son tantas y variadas las simbologías heredadas que aquellas ellas corrientes, teológicas y filosóficas, contribuyeron a lo que hoy se es: “Detrás de la razón, la Edad Media supo ver la pasión de lo justo, detrás de la ciencia la sed de lo verdadero, detrás de la crítica la busca de lo mejor”.[32]

Así, la vinculación entre la Filosofía Griega con la Fe del Cristianismo, Pistis Sophia, Sabiduría y Fe, o razón y creencia se fueron dando en los siglos II y III, pero se fue fortaleciendo con los siguientes años.

Esta relación, por supuesto, se dio entre situaciones caóticas: los bárbaros en posesión de Roma, la trasmutación de los valores, las herejías judaicas evolucionando, los infiernos surgiendo como métodos de castigos, los filósofos griegos diluyéndose y el cristianismo emergiendo con las ideas que intentaban desde un principio converger con una solución para todos, los cristianos heredando las leyes de los judíos.

Los cristianos-católicos entrevieron la vida de caos que se vivía y dieron una respuesta a los necesitados de sosiego, así la respuesta se desplegaba. La Filosofía, aún con los siglos de distancia sigue manteniendo sus remanentes de cristianismo. La razón les dio la certeza, pero la Fe les dio lo indiscutible, ¿cómo negar la fe? Si la creencia es la razón misma.

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  • [1] VANEIGEM, Raoul, Las Herejías, Ed. Jus, México, 2008, p. 9.
  • [2] Ibid., p. 20.
  • [3] GOFF, Jacques Le, La civilización del Occidente Medieval. ED. Paidós, España, 1999, p. 22. (e-book).
  • [4] MINOIS, Georges, Historia de los Infiernos, Ed. Paidós, España, 2005, p. 27.
  • [5] VANEIGEM, Raoul, op. cit., p. 39
  • [6] DRIVER, Juan, “Capítulo III. Un vistazo a los siglos II y III” p.3 [Cap. en línea] http://www.menonitas.com/
  • [7] Ibidem.
  • [8] GOFF, Jacques Le, La civilización…, p. 34.
  • [9] MINOIS, Georges, op. cit., p. 87.
  • [10] GOFF, Jacques Le, Los intelectuales en la Edad Media, ED. Gedisa, España, 1996, p. 32.
  • [11] GOFF, Jacques Le, La civilización…, p. 53.
  • [12] CFR. MATEO, op. cit., pp. 16-18.
  • [13] SÁNCHEZ S, Eustaquio, Polémica entre cristianos y paganos, Ed. Akal, España, p. 154.
  • [14] CFR., Evangelios Apócrifos, Ed. Porrúa, México, 1996.
  • [15] SÁNCHEZ S, Eustaquio, op. cit., p. 146.
  • [16] GOFF, Jacques Le, Los intelectuales…, p. 12.
  • [17] HIPONA, Agustín, Confesiones, Ed. Porrúa, México, 2007, p. 2
  • [18] Ibid., p. 157.
  • [19] Ibid., p. 302.
  • [20] MINOIS, Georges, op. cit., p. 143.
  • [21] Sitio Web. AREOPAGITA, Dionisio, “Cap. I” en Teología Mística, en la Iglesia Ortodoxa, [Web en línea] <>http://www.iglesiaortodoxa.cl/cal%20santas/oct/san_dionisio_el_areopagita.htm>
  • [22] Ibid., “Cap. III”.
  • [23] Ibid.., “Cap. V”.
  • [24] VANEIGEM, Raoul, op. cit., p. 90
  • [25] Ibid., p. 91
  • [26] MINOIS, Georges, op. cit., p. 124.
  • [27] Ibid., p. 128.
  • [28] Ibid., p. 135.
  • [29] Ibid., p. 149
  • [30] BELLOC, Hilaire, Las Grandes Herejías, ED. Sudamericana, Argentina, 1966, p. 9.
  • [31] Ibid., p. 13.
  • [32] GOFF, Jacques Le, Los intelectuales…, p. 23.

BIBLIOGRAFÍA

  • AREOPAGITA, DIONISIO. “Teología Mística” en Obras Completas. Edición a cargo de Teodoro H. Martín A. C., Madrid, 1990.
  • BELLOC, HILAIRE. Las grandes Herejías. TRAD. Pedro de Olazábal. Sudamericana, colección Piragua, 3ª edición, Argentina, 1966, 7-60pp.
  • DRIVER, JUAN. “Capítulo 3. Un vistazo a los siglos II y III” en La fe en la periferia de la historia. Semilla, Guatemala, 1997, 1-10pp.
  • GOFF, JACQUES LE. La civilización del Occidente Medieval. TRAD. Godofredo González. Paidós, colección e-book, 1ª edición, España, 1999, 349pp.
  • Goff, JACQUES LE. Los intelectuales en la Edad Media. TRAD. Alberto L. Bixio. Gedisa, colección Ciencias Sociales, 2ª edición, España, 1990, 170pp.
  • HIPONA, AGUSTÍN. Confesiones. Versión de Francisco Montes de Oca. Porrúa, colección Sepan Cuentos, 17ª edición, México, 2007, 328pp.
  • MINOIS, GEORGES. Historia de los Infiernos. Trad. Godofredo González. Paidós, 1ª edición, España, 2005, 486pp.
  • SÁNCHEZ SALOR, EUSTAQUIO. Polémica entre cristianos y paganos a través de los textos. Akal, 1ª edición, España, 1986, 143-332pp.
  • VANEIGEM, RAOUL. Las Herejías. Trad. Josefina Anaya. Jus, colección ¿Qué se yo?, 1ª edición, México, 2008, 163pp.
  • Evangelios Apócrifos. Versión de Daniel Rops. Porrúa, colección Sepan Cuentos, 3ª edición, México, 1996, 212pp.

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