Imagen Pintura J.C. Orozco

Orozco por J. Fernández, X. Villaurrutia y J. Cuesta

Justino Fernández, Xavier Villaurrutia y Jorge Cuesta, sólo son tres ensayistas de la obra y persona de José Clemente Orozco, ¿en qué convergen los tres autores sobre el pintor? Si hay una línea de seguimiento, ¿cómo se manifiesta? Un solo vocablo puede ayudarnos: trascendencia.

La Trascendencia de Orozco

Imagen Jose Clemente Orozco
José Clemente Orozco

Justino Fernández, en su ensayo “La trascendencia en la obra de Orozco”, se pregunta sobre tal concepto, una vez que Orozco ha muerto, pero ¿qué más se puede decir o agregar a lo escrito por Fernández? ¿Cuál es la trascendencia de Orozco y cómo se manifiesta?

Fernández, en el mismo texto, encuentra que, ante la muerte de su amigo, es el sentido de la vida lo que da significado a su obra, por ello, el sentido de la vida y el sentido de la obra se encuentran en la expresión de su ser. La capacidad crítica sobre la vida le da a Orozco un matiz original:

[…] lo anterior ya nos proporciona un primer perfil del hombre: realista, independiente y capaz de tomar decisiones personales en las circunstancias, decisiones de tipo crítico que le dan ya un matiz original a sus actitudes. Pero, ¿de qué realidad se habla?, pues, nada más ni nada menos que de la existencia humana en tal o cual circunstancia, de eso que con un término universal designamos como “la vida”.

Para Justino en las obras de Orozco se descubre el último sentido de toda circunstancia o actitud de la vida misma, por ende, el hombre se trasciende en su obra y se quema en el fuego de su conciencia, pero la trascendencia no es al “más allá”, un paso banal para un artista como Orozco, y más para el arte. Nada de eso. Orozco penetró la realidad humana, des-velo el ser, cambió la perspectiva y el movimiento de la vida. Algo que sólo puede ser comprendido por unos cuantos:

“El movimiento en Orozco está en directa relación con la trascendencia, porque ya sea ésta del hombre en la historia y sobre la naturaleza, o el sentimiento de algo que trasciende desde ‘el más allá’ en el hombre y la naturaleza, se trata de la trascendencia en acto continuo, desde el desconocido principio hasta el desconocido fin”.

Justino Fernández en “Orozco, Genio de América”, señala que dicha trascendencia y comprensión crítica de la vida se desenvuelve en el ser quemándose:

“Orozco se convirtió en pintura, mas en pintura de la mejor, de aquella que no se hace con pintura, sino con el ser íntegro al rojo vivo, siempre en los límites de sus propias posibilidades en juego.”

La vida del pintor se funde con su pintura misma, expresión de su ser, sentido de la vida que se manifiesta en todo.  Orozco decidió quemarse en su obra: movimiento vital convertido en arte:

“Sintió y expresó cual ninguno el dolor de ser hombre y el gozo de crear y aceptó su condición de manera rotunda. Por su gozo infinito de artista elevó aquel dolor trascendente a la categoría de un arte fuerte y bello, tuvo fe en la vida y convirtiéndola en fuego hizo de sí mismo una antorcha”.

El ser de Orozco: fuego; el hombre: ser quemándose, y las cenizas que quedan para la posteridad, en espera de que se vuelva a encender el fuego.

Xavier Villaurrutia por su lado escribió, en “José Clemente Orozco y el Horror”, que el hombre de su tiempo era un ser sediento, en espera del arte, la embriaguez y el delirio, ¿el hombre contemporáneo ha saciado su sed? El horror y la embriaguez corren paralelas a lo largo del texto. ¡Embriaguez de todos los sentidos! En la obra de Orozco -dice el autor:

“no es el de la placidez ni el del orden ni el de la calma, sino, por el contrario, el mundo de la angustia del desorden, de la inquietud. Atormentado y convulso, ebrio y delirante, no puede menos que producir un estremecimiento, un escalofrío de horror. Calofrío, esa es la palabra: un bello y frío estremecimiento de horror.”

Pero el movimiento de desorden e inquietud, ¿no es el fuego que consume al ser, producto de la guerra consigo mismo y del movimiento de la vida?

¿Qué línea une a la embriaguez con el fuego? La tragedia. Orozco –dice Villaurrutia– es

“pintor dramático por la acción de sus conjuntos y la reacción de sus personajes, José Clemente Orozco es también un pintor trágico porque su obra, presidida por un destino adverso a los seres y cosas que presenta, parece girar en torno a un personaje regio y real que no es otro que el horror”.

El horror que evita que la mirada se desvíe, hipnotiza al espectador, el horror cuya esencia ontológica nos revela el sentido de la vida: “encontramos la prueba de la existencia de otra forma de la seducción capaz de producir una embriaguez: la embriaguez del horror”, en la que “la seducción del horror no embriaga sino a los fuertes”.

La trascendencia del ser quemándose en sus pinturas, revela el sentido de la existencia; Jorge Cuesta vuelve a esta idea: “Pues lo que Orozco hace reconocer a sus óleos es la trascendencia, la universalidad de la forma que ha cultivado en sus tiempos”, una estética que se fundamenta en el efecto de las circunstancias materiales, quizá por ello, la tragedia es el vínculo del pintor con los espectadores, mediado por la pintura:

“es una materia en el sentido físico de la palabra, decir, una substancia desprovista de significación artística, hasta que se le imprime en ella el espíritu del pintor”.

El ser quemándose no puede tener como material otro que las circunstancias materiales que cobran significado con el pintor, en cuyo caso, actúa como el filósofo que dota de sentido a las palabras, un lenguaje propio:

“es la materia del lenguaje de la pintura: los colores, los aceites, las resinas, las telas y la técnica del arte para servirse de estos elementos”.

Imagen Pintura J.C. Orozco

La fuerza de la necesidad de Orozco traduce la tragedia, es la libertad en manos del pintor, como dice Cuesta en “Orozco: ¿Clásico o Romántico?”: “Libertad quiere decir tener una experiencia propia”, pero una experiencia embriagadora, de poder de la vida, es decir, cuando la vida se apodera de todo; entonces, el arte tiene efecto de la vitalidad:

“Por eso miro en la rebeldía de su espíritu su calidad revolucionaria y la garantía de su duración”.

Cuesta concluye que es la misma pasión por consumir su materia. ¿No es el ser quemándose? ¿No es la revolución fuego de cambio? ¿No es de este modo que los tres ensayistas convergen en la idea de trascendencia? ¿No es acaso que Orozco nos embriaga en el horror que se inocula del sentido de la vida, en la tragedia que se representa en la pintura, de las circunstancias materiales de la naturaleza y de los hombres? ¿No es el movimiento principio del fuego y de la vida?

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Bibliografía

Cuesta, Jorge. “El materialismo de Orozco”, en Obras II. México, Equilibrista, 1994, pp. 279-280.

____________ “José Clemente Orozco: ¿Clásico o Romántico?”, en Obras II. México, Equilibrista, 1994, pp. 281-287.

Fernández, Justino. “Orozco, Genio de América”, pp. 154-162.

_______________ “La trascendencia en la obra de Orozco”, Revista Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, volumen V, número 18, año 1950, pp. 19-26.

Villaurrutia, Xavier. “José Clemente Orozco y el Horror” en Universidad de América, no. 12, México, Septiembre de 1951.


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