Imagen Ramón López Velarde

“Ramón López Velarde” por Xavier Villaurrutia

Encuentro tangencial, ¿cuántos de estos encuentros existen todos los días con escritores de quienes no sabemos a qué hora escriben o la hora en que toman el café? La forma en cómo se busca a un escritor, no necesariamente, es con el tacto personal. A veces se busca con pasión, con el amor desmedido de un adolescente, como fue el caso de Xavier Villaurrutia en su camino al encuentro de Ramón López Velarde, y muchas más de las veces, la experiencia se repite con un nuevo amor.

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Ramón López Velarde

Villaurrutia construye su ensayo sobre López Velarde, cuyo título es homónimo, en dos bloques: I. El encuentro y II. Su poesía.

En el primero nos adentra en los encuentros con López Velarde –porque fue más de uno–, primero en su adolescencia a través de sus versos, después cuando lo visitaba en la Escuela Preparatoria, a lado de Salvador Novo, pero del que no recordaba las críticas recibidas a sus noveles poemas, hasta llegar al Encuentro (con mayúscula) con Ramón López Velarde, del sol que bruñe y le revela el brillo de sus ojos: dos bruñidas uvas negras. Un encuentro prolongado que no se rompería con la muerte del poeta: “Creo que al saberlo no sentí sino un momentáneo choque interno, y luego nada más”. (p. 69)

La segunda parte, intensa, va al encuentro de un nuevo lenguaje creado por López Velarde, cuatro apartados que nos conducen a un paradigma estético, quizá por ello, Villaurrutia nos dice:

La madurez de una vida, como la madurez del día, no se revela en la hora incierta del atardecer, sino en el momento pleno, cenital y vibrante del mediodía en que el sol, cumplida ya su trayectoria ascendente, parece detenerse a contemplar, hurtando la sombra a seres y cosas, los frutos de su carrera antes de empezar un descenso que es, al mismo tiempo, un regreso.

Xavier Villaurrutia, “Ramón López Velarde”, p. 69.

¿La madurez de quién? ¿De un poeta que se ha ido al mediodía o del poeta que apenas rebasa la edad del primero? La madurez que abre un nuevo paradigma no se mide con los estándares de la biología, tiene que ver con el diálogo que se pacta con la poesía.

¿Cómo podría mirarse el paradigma que López Velarde establece si no hay alguien para revelarlo?

Apartado 1. Drama íntimo. “La intimidad de su voz, su claroscuro misterioso y su profundo secreto han retardado la difusión de su obra”. De la obra del poeta sólo la suavidad provinciana se ha destacado, cuando su piel zozobra a los estímulos de todo hombre, cuando sucumbe como cualquiera a los pecados veniales, a las tragedias familiares, ¡cuando el espíritu del poeta se expresa con mayor complejidad que sólo decir “sus versos contienen temas provincianos”!

¡Cuándo el drama íntimo se despliega por la nueva cartografía que impone la tipografía de los poemas! El drama íntimo que nos lleva fatalmente a la dualidad de su poesía.

Apartado 2. Dualidad. “La verdad es que la poesía de Ramón López Velarde atrae y rechaza, gusta y disgusta alternativamente y, a veces, simultáneamente” (p. 72). Del estremecimiento por Baudelaire, se establece un conflicto entre placer y dolor, que hace de su obra un drama complejo, no tan sólo íntimo, que escapa al hombre y se funde con el poeta: las miserias del paraíso y las delicias carnales copulan angelicales.

Pero, que López Velarde se venza a esta seducción, sería limitar sus versos, si la influencia fuera una, cabría poco, de ahí que se hablen de otras influencias.

Apartado 3. Otras influencias.

“La sangre que circula en los más recónditos vasos de Ramón López Velarde no es, pues, constantemente, sangre devota. Esta se turba, se entibia y aun cede ante el impulso de una corriente de sangre erótica al grado que por momentos llegan a confundirse, a hacerse una sola, roja, oscura, compuesta y misteriosa sangre.”

p. 79.

Este poeta no sólo tiene sangre de Baudelaire, sino influencias de Luis Carlos López, de Julio Herrera Reissig y de Leopoldo Lugones: ciertas afinidades temáticas, tonos naturales, aires provincianos, expresiones rebuscadas, tentativas eróticas, aunque está “más cerca de la religiosidad que cuando ha tocado el último extremo del erotismo, y nunca está más cerca del erotismo que cuando ha tocado el último extremo de la religiosidad” (p. 79), de aquí que no se escape el tema de la Biblia.

Apartado 4. La Biblia. “Como un cuerpo abrazado estrechamente al suyo, la llevó a través de toda su vida poética, no como un botín de guerra ni como una romántica carga, sino como un cuerpo al que, a fuerza de amarlo, llegara a no distinguirlo del suyo propio”. (p. 87)

Se advierte la mezcla de la poesía con la mitología cristiana, una familiaridad con objetos y símbolos que se funden con el poeta hasta no saber distinguir finamente cuándo acaba uno y empieza el otro, del mismo modo en que la pasión de Cristo es también su pasión y Cristo no es el Cristo de todos, sino el suyo, en el que la blasfemia se vuelve religiosidad, y él es la pasión de Cristo: misticismo y erotismo: un nuevo lenguaje creado.

*El ensayo sobre López Velarde, de Xavier Villaurrutia, puede encontrarse en el libro Ramón López Velarde visto por los Contemporáneos, compilado por Marco Antonio Campos y publicado por el Instituto Zacatecano de Cultura, en 2008.


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