Antecedentes:
Una colección de imágenes que volvieron, como si fueran fantasmas, a una ciudad olvidada, sustituyendo así las palabras.
Introducción:
Los fragmentos de la crónica responden a los cuadros con citas de las lecturas.
Justificación:
La crónica es una recopilación de fragmentos vivenciales que la autora conserva en los recuerdos y no encontró otro (re)medio que presentarlos en este espacio.
Epígrafe:
Fragmentos de la ciudad
Andreas Ilg
Una ciudad puede leerse como un libro abierto,
en el cual cada párrafo se asemeja a un barrio
en el mapa urbano.
Deslizar la mirada por sus espacios
es atravesarlos en camino,
tal como se pasea por las calles
o las juntas de un mosaico.
El conjunto asombroso
de lo que esta mirada puede captar
una imagen alegórica que crea historia.
Cuando las palabras no tienen significado
When a signifier loses its stable meaning, when it does not designate one social reality, this loss of identity, or limit, of the significant points to the necessity of focusing on those social relations which give a signifier meaning.
Frank Müller
La lluvia, el calor o el frío amparaban nuestras vidas. La felicidad, como la miseria, no existía. Vivía la libertad antes de concebir el concepto. Del otro lado de nuestras vidas, existían las personas cuyos techos parecían sobrevalorar, una sociedad desconocida sin forma ni masa reconocible, más que por su valor de tener.
Tenían el dinero, la comida, la ropa, los juguetes, unos padres. Nosotros éramos huérfanos, si alguna vez tuvimos padres, no importaba. La ciudad entera nos pertenecía, sin paredes a nuestro alrededor para salir, sólo para entrar; sin techo sobre nuestras cabezas.
El empleo sin desindustrialización
La desindustrialización y la destrucción de los empleos masculinos en el sector formal obligaron a las mujeres a improvisar nuevas formas de ganarse la vida como trabajadoras a destajo, expendedoras de bebidas alcohólicas, vendedoras callejeras, limpiadoras, lavanderas, traperas, niñeras y prostitutas.
Mike Davis
Durante el día perseguía mi sombra que recorría, de un lado a otro, uno de los corredores de Chapultepec; cargaba las bolsas del patrón, ofreciéndolas a los transeúntes para que compraran un bolso de dama, bien tejido, bonito y resistente, antes de llegar el atardecer, cuando el sol caía por millonésima vez. Entonces, la joven madre me llevaba para acompañarla al hotel, en donde esperaba al patrón, después él jugueteaba conmigo entre las cobijas.
A veces veía cómo la golpeaba, y ella intentaba huir bajando las escaleras sollozando, implorando que le soltara el brazo, rogando por irse. Otras veces corríamos entre las calles, escondiéndonos de él, pero siempre daba con nosotras. La última ocasión que le vimos, estaba en la rosticería, un hombre le habló y aprovechamos para escapar del robo, de la comida, de sus garras.
La educación del crimen
Los que no tienen una educación van a la escuela del crimen: hacer la guardia, traficar drogas, pequeños asaltos, después más grandes. Sus héroes son los ladrones “grandes”, que son admirados y temidos.
Willi Bolle
De vez en cuando acudía al basurero para saber qué podía encontrar. Debía pasar por la calle de la loca, los niños le arrojaban objetos por los barrotes que nos separaban, pero la locura no ocultaba la tristeza, la transformaba en un desquicio mayor.
Al encontrar un juguete de cuerda en buen estado, la alegría me envergaba y lo colocaba en mi bolsa de plástico que contenía mis pertenencias. Jugaba con algunos niños, tan despreocupados como yo lo estaba.
Mi amigo me llevó a parte del del grupo, me enseñó un tubito en el que podían verse las cosas más de cerca. Puso su dedo sobre los labios, mientras miraba a los lados, en señal de que me revelaría de dónde lo había sacado. El hurto lo hizo en la habitación del hijo de un patrón, aquel niño tenía tantos juguetes que no extrañaría el objeto. Me guiñó el ojo y seguimos con la partida.
Apariencia socialmente no aceptable
En la vida urbana, los pobres y el lumpen son los primeros «secularizados desde fuera», al margen de su relación con la teocracia, por ser los primeros a los que su aspecto y su condición social, se juzga «dejados de la mano de Dios». ¿O no se les dice en México a los integrantes del lumpen «pelados», por carecer de toda vestimenta, la moral y la aceptable socialmente?
Carlos Monsiváis
Caminaba, caminaba y caminaba por la ciudad, entre las calles sin nombre, acudía a ninguna parte en especial, con la intención de encontrar a un amigo, cuando por fin lo hice, él se encontraba en medio de la nada. Jamás había visto las lágrimas correr con tanta aprehensión como las que se desprendían sobre las mejillas del joven.
Siempre me tomaba de la mano para comprarme un dulce en la tienda, su sonrisa mostraba la dentadura perfecta de un mozo muy guapo, moreno por el trabajo bajo el sol y el cemento. Hubiera querido consolarlo, ¿cómo se consuela a un adolescente herido de amor que ha sido despreciado por ser indio?
Mis palabras acostumbradas al silencio, nada pudieron hacer. La última vez me regaló su acostumbrada sonrisa y no volví a saber de él. Aún lo busco en los rostros de los inmigrantes, esperando que me reconozca.
El espíritu sin la idea de cultura
La pobreza como explicación específica de una zona de la violencia urbana. No creo en el determinismo, y así como no acepto la afirmación reiterada de Carlos Salinas (“En la pobreza no hay democracia”), también estoy convencido de que en la pobreza hay y puede haber vida cultural, y que la carencia de recursos económicos no elimina ni mucho menos los recursos espirituales y morales. Sin embargo, la condición desesperada de las clases populares es gran caldo de cultivo de la violencia.
Carlos Monsiváis
Por alguna extraña razón me gustaba bailar, no sabía que las personas lo valoraran como arte. No sabía qué era el arte. ¡Qué desperdicio coordinar el cuerpo por las reglas, cuando la danza permite al cuerpo ir al encuentro del espacio, a volar como los pájaros!
El placer de bailar lo compartía con mi amiga, cuyo caminar vulgar mostrando los senos en un golfo desbordante le granjeaba buenos clientes. Exageraba sus movimientos, abultaba sus atributos, extremaba su andar de ganso. Era toda una delicia, mujer-hombre, que conjugaba su amor con la calle.
Sobre la unificación
Hay, entre los inculpados, toda clase de perfiles que sólo unifica el odio a la sociedad existente, y no la pertenencia de clase, de raza o de barrio. […] Nadie puede, honestamente, negar la carga evidente de este ataque: no formulaba ninguna reivindicación, ningún otro mensaje más que la amenaza, sin tener nada que ver con la política. […] El sentimiento social esta (sic) demasiado evaporado para eso.
Comité invisible
El enemigo era la policía, la sociedad, los niños que miraban sin cesar mis zapatos rotos e intentaban que no me sintiera orgullosa de mis botitas café plastificadas con un par de ventanas que asomaban la piel.
Algo en mí comenzaba a nacer: la vergüenza.
Vi cuando un muchacho mató al vendedor por negarse a darle más fiado, al otro cuando asaltaba el microbús, a la niña que había sido atropellada mientras vendía chicles en la avenida, al abuelo mazahua que no podía levantarse para pedir una moneda, a la prostituta que golpeaban, al que le gritaban “marica” y le mostraban los genitales, a los que se aprovechaban de los neófitos de las cosas de la ciudad y a los que se alimentaban de la mona para conservar la vida.
La ciudad de Dickens
Al mismo tiempo, el rápido crecimiento urbano en un contexto de ajuste estructural, devaluación de la moneda y recorte del gasto público ha constituido una receta inevitable para la producción masiva de áreas urbanas hiperdegradadas. Gran parte del mundo urbano, por consiguiente, se precipita de regreso a la época de Dickens.
Mike Davis
Llegó la noche. Cualquier lugar podía ser bueno para pernoctar, dormitabas sobre tus únicas pertenencias, una bolsa de plástico que por las noches se vaciaba y por las mañanas guardaba la ropa que te había cobijado.
Si tenías algo de valor, lo sostenías entre los brazos, semejante a la madre que ama a su hijo recién nacido; cualquier otra respiración te despertaba, el murmullo de una mano que se arrastraba en el silencio la percibías en el sueño; cualquier alteración en la gravitación del espacio modificaba los pensamientos.
La revelación
Un reencuentro, un descubrimiento, un vasto movimiento de huelga, un terremoto: cualquier acontecimiento produce verdad, alterando nuestra manera de estar en el mundo. […] Una verdad no es una visión del mundo, sino lo que nos mantiene unidos a él de modo irreductible.
Comité invisible
“Alguna vez, tendré que irme de aquí” –pensé.
No tardó el tiempo de partir, en llegar. Los años pasaron. Los caminos me llevaron a diferentes lugares. Soy una indígena migrante dueña de los caminos. Aprendí a contar historias del viaje interminable, al que estaba destinada —en mi mente. He vuelto a la ciudad, años después, décadas después, y el mundo es otro. Las sonrisas y los amigos se han ido. Los olvidados son los mismos, pero con otros rostros, ello ha supuesto mi alejamiento del mundo sin muros.
La ciudad y los otros
La violencia nos desaloja de las calles, nos encierra doblemente en nuestras casas, multiplica, en el caso de los ricos, las precauciones y los guardaespaldas […] nos convence de que la ciudad, en el sentido de sensaciones de libertad, es progresivamente de los Otros y es cada vez más el Otro y lo Otro.
Carlos Monsiváis
Antes, las personas que tenían dinero eran los otros. Hoy día creo que he usurpado una identidad. Me obligo a llamarles “otros” a quienes fueran mis amigos, sabiendo mi traición en la palabra. Miro con incredulidad, cómo y por qué debo enunciar un discurso que no me pertenece. A los “otros” debo estudiarlos bajo la lupa de una investigación novedosa. ¡Me rehúso! Los otros son ustedes, no importa cuánto me esfuerce por llenar el abismo.
Lo nuevo, el molde del vacío.
Otro fragmento -donde Benjamín habla de la “quimera de lo nuevo” del “molde vacío” en que “el flaneur se entusiasma”- complementa el primero. El castigo del infierno finalmente consiste en estar encerrado eternamente -o al menos perpetuamente- en este sistema engañoso. Esta característica relativamente abstracta de la modernidad como tiempo del infierno en la obra de Benjamín.
Willi Bolle
He regresado con aires de intelectualidad. ¡Miradme, he leído a Dostoievski, Kafka, Nietzsche, Víctor Hugo, Baudelaire, Goethe, Thoreau, Whitman, Ende, Beckett! ¡Hablemos de filosofía, si les parece!
Pero como Bartleby de Melville, el silencio es mi condena, el silencio que se ha vuelto amargo. Lo recuerdo bien, la moral era un asunto de personas con dinero. Los personajes que convivíamos diariamente sin resguardo de la decencia, éramos personas reales: indios, prostitutas, pedófilos, ladrones, asesinos, estafadores, pandilleros, drogadictos, pero en medio de aquel mundo, la amistad te permitía sobrevivir. ¡Cuánta felicidad sin conocer la ambición!
La multitud
El «flâneur», cuya forma de vivir baña todavía con un destello conciliador la inminente y desconsolada vida del hombre de la gran ciudad. El «flâneur» está en el umbral tanto de la gran ciudad como de la clase burguesa. Ninguna de las dos le ha dominado. En ninguna de las dos se encuentra como en su casa. Busca asilo en la multitud.
Walter Benjamín
Ahora siempre tengo que estar alerta, los pensamientos no fluyen de esta manera. ¡El ruido, el ruido, el ruido! Me oculto entre la multitud. El departamento está rodeado de avenidas, ir a las compras cotidianas se vuelve una excursión. Hay que estar al tanto de la competencia del capitalismo, la competencia por salir de la pobreza, la competencia de la sociedad: educación, éxito, ¿el robo?
Hay quienes saben leer el capitalismo y encuentran grandes oportunidades por encima de sus amigos, entonces, la culpabilidad cae sobre el que no es capaz de sobresalir. Bastaría con que una persona voltee los ojos con todo y su cuerpo para negarse a seguir caminando por esa vía y salvarse. La insuficiencia vuelve a la ciudad un caos.
Ciudad control
Las páginas de Ciudad de Cuarzo están llenas de descripciones convincentes de lo que él [Mike Davis] llama «proliferación de nuevas represiones en el espacio y la movilidad» y el «urbanismo obsesionado por la seguridad» que nutren la expansiva «ecología del miedo»
Edward Soja
Presa de la ciudad, de los dispositivos de control, cuando alguna vez fui libre, me escondo en el metro. El mejor lugar es el metro, aunque tengas ganas de patear al prójimo para hacer respetar tu espacio vital. El aislamiento te lo permite casi todo, incluyendo los aspectos sexuales, que para eso hay medios y modos. Estamos condenados.
Me siento como Petrovich de Dostoievski, a quien no le importaba cuánto se esforzara, porque jamás iba a pertenecer a la prisión, pero al salir entró a otro tipo de cárcel: rehuía de las personas, cuando se le dirigía la palabra, escuchaba con aire meditabundo, y sentíase uno molesto y embarazado, deseando que acabase cuanto antes la conversación.
Quizá jamás haya forma de salir de la prisión cualquiera que ésta sea, terminaremos por construir otra.
Poética autoreflexiva
La fórmula que Mário de Andrade presenta: la poesía como instrumento de conocimiento: “Lirismo puro + crítica + palabra = Poesía”.
La expresión “lirismo puro” se refiere a los impulsos líricos del alma, o sea de la sensitividad. “Crítica” es definida como “voluntad del análisis”, incluso las leyes estéticas. “Palabra” se refiere al medio de expresión. Intensificados, estos tres elementos de construcción se incorporan en una poesía musical, reflexiva y polimorfa.
Willi Bolle
La ciudad tiene un ambiente neutro, siempre dispuesto a nuestras emociones como un lienzo. En los caminos que me devolvieron a la ciudad busqué un lenguaje como el mío y lo encontré en los poetas, entonces, descubrí que todo lenguaje poético es mi lenguaje, entre el ayuuk, maaya, nauatl, diidxazá, mapudungun, runa simi, deutsch, le français, english, español.
Me gusta que la gente se aleje, que crean en mi altanería, no me regocijo de su miedo sino de la paz que dejan cuando se van. Me niego a hablar, a menos que alguien conozca el lenguaje de la poesía…
Se un giorno andrai via, senza dimenticare le tue radici,
in qualsiasi luogo transiterai o ti addentrerai
Rosario Patricio Martínez
(Poeta ayuuk traducida al italiano)
- Derechos Humanos, Estado y persona
- Apuntes sobre formas de gobierno, nación y política
- El racismo sobre los indígenas en México
- La ética del asombro: Comentario a S. Ahmed
- Crónica de una colección de fragmentos de la ciudad
- De lamentaciones, escritura y Vargas Vila
- Salvador Díaz Mirón: entre los miserables y los parias
- “Los de abajo” de Mariano Azuela