Las mujeres indígenas al servicio del trabajo doméstico de planta se enfrentan a una esclavitud moderna, sin derechos laborales y secuestradas por los patrones. Una clara muestra del racismo y discriminación que a todas luces es normalizada por la sociedad mexicana.
¿Trabajadoras domésticas o del hogar?
¿Qué significa las “trabajadoras del hogar”? Hoy día, a las personas que trabajan limpiando las casas, se les llama así. Antes, a ellas se les llamaban “sirvientas” de forma despectiva, y si se deseaba suavizar el asunto, se les llamaba “empleadas domésticas”.
Las personas especialistas en el tema del trabajo y los activistas en contra del racismo han señalado que los dos últimos casos no deberían seguir existiendo, pues al llamarlas “sirvientas” se está apelando a un sistema caduco en donde los “sirvientes” no tenían derechos, así como al decirles “empleadas domésticas” era como marcar una posición de subordinación equivalente a los animales.
Por ello, a las trabajadoras del hogar se les debe reconocer su derecho a la no discriminación, los derechos laborales y la libertad que tiene todo ciudadano en este y otros países. En la actualidad el tema de los derechos de las trabajadoras del hogar ha empezado a conocerse, sin embargo, falta mucha conciencia. Las más afectas son las mujeres indígenas.
Discriminación y racismo contra las mujeres indígenas
Se dice y con razón que las mujeres indígenas son tres veces más discriminadas, por ser mujeres, ser indígenas y ser pobres. Esta es una realidad lacerante.
La gente se aprovecha de que muchas mujeres son discriminadas desde sus propias familias cuando les impiden ir a la escuela para dejar que sólo los varones estudien, incluso endeudándose para que vayan a la universidad. La escritora maya, Marisol Ceh Moo ha denunciado lo que vivió durante su niñez, cuando su padre le espetó: “Tú naciste para ser mujer, no puedes compararte conmigo ni con ningún hombre”.
Todas las sociedades tienen el machismo interiorizado, las sociedades indígenas también sufren de este lastre, que hace que muchas de las mujeres se vean minimizadas. Muchas mujeres sin recursos económicos y sin estudios se ven obligadas a salir de sus comunidades sin más pertenencias que las que traen puestas para sobrevivir, por ello, una de las ocupaciones más comunes es la de empleadas domésticas o del hogar.
Las mujeres indígenas en las ciudades deberán enfrentarse al racismo que impera en nuestra sociedad en donde son vistas también como seres inferiores, enfrentando violencia psicológica, física y sexual. Incluso, siendo objeto de burlas cuando han sido agredidas sexualmente o engañadas por patrones u hombres que se aprovechan de ellas, y más cuando quedan embarazadas. La sociedad las revictimiza haciéndolas culpables y permitiendo que ellas se hagan cargo solas de la o las criaturas.
La investigadora maya, Aura Cumes en su tesis de doctorado “La india como sirvienta”, por ello, ha declarado que la relación de los patrones con las mujeres indígenas es una servidumbre doméstica proveniente del colonialismo y el patriarcado.
La servidumbre doméstica no sólo se basa entre los patrones mestizos y blancos hacia las mujeres indígenas sino también dentro de algunos pueblos y familias que se aprovechan del trabajo no remunerado a las mujeres.
Esclavitud moderna y sirvientas
Aun cuando en los últimos años se ha apelado a que las trabajadoras del hogar tengan derechos, por parte de la población se los ha negado. Muchas personas creen que las personas dedicadas al trabajo en casas ganan muy bien y que incluso reciben regalos constantes de los patrones como ropa, comida o juguetes para sus hijos.
Las patronas indican que quieren a las personas que están a su servicio, que las tratan como su familia, esta es una declaración que dicen de dientes para afuera, como suele decirse de forma coloquial, pero en realidad cuando la puerta de la casa se cierra, la realidad es otra.
Durante años trabajé de empleada doméstica, esa fue una realidad que mi madre y mi tía también tuvieron que vivir. Así conocí a muchas amigas que trabajaban en casas. Todas ellas de diferentes edades, incluyendo niñas y adolescentes. También aprendí sobre muchos tipos de patrones y patronas y, créanme, hay de todo. Conocí, asimismo las historias de mis compañeras de trabajo.
Algunas habían sido arrebatas de sus pueblos con engaños, promesas, o reclutadas con falsas ofertas de trabajo. Compartí con ellas, varios infortunios: el que las dejaran afuera sin que pudieran entrar por sus pertenencias cuando las “corrían” sin aviso de por medio; falta de pago por semanas y meses; falta de alimentación adecuada, burlas por no saber hablar bien el español, o abusos de todo tipo.
Las mujeres que trabajan de empleadas domésticas (seguiré utilizando esta palabra, porque es como te llaman de manera común, y de poco sirve cambiar de palabras, si el sentido negativo sigue ahí) en la modalidad de planta, casi siempre, son secuestras por los patrones que no las dejan salir, las tienen trabajando sin un horario específico, sin un salario acorde a todo lo que hacen y sin prestaciones de ningún tipo.
Las trabajadoras de planta, como se le conoce en México, deben levantarse primero para atender a los patrones y dormir hasta después de ellos. Incluso cuando hacen fiestas, son las últimas en irse a dormir: tendrán suerte si pueden irse acostar porque deberán dejar todo limpio. Sus horarios pueden ser de veinte horas continuas e incluso sin dormir si a los patrones les apetece. A veces no cuentan con una habitación propia. Duermen en cualquier lugarcito. Cuando era niña recuerdo que dormíamos debajo de las escaleras de una casa que era muy grande. No es mentira, pero parece salido de un cuento.
Las trabajadoras de planta se enfrentan a un encierro en el que a veces no pueden hablar con alguien más, en el que están impedidas para defenderse y menos todavía comer algo sin permiso (aunque se lo compren con su dinero). Los patrones se vuelven los amos en esta relación tan desigual. Les descuentan por todo: que si porque tienen donde dormir, que si les dan de comer, que si les dan la ropa (uniformes), por todo les reclaman. Si creen que esto ya no sucede. Hace un par de años, tuve que ir a rescatar a una prima que me llamó por teléfono para que fuera a rescatarla.
En México se ha romantizado a la relación con las empleadas del hogar, como si ellas sólo vivieran para los patrones y lo hicieran con mucho gusto. En las telenovelas es un clásico en el que se puede ver que estas personas carecen de un rostro con ambiciones propias, todo lo que hacen lo hacen por los patrones, por el cariño que les tienen.
Hace un par de años con la película de Roma de Alfonso Cuarón, en donde Yalitza Aparicio fue una de las protagonistas, se hizo un fuerte debate sobre la verdadera situación de las empleadas del hogar, pues se conocieron historias desgarradoras que estas personas vive.
A mí, algo que me llamó la atención es que Cleo, el personaje de Yalitza, se mira complacida con la familia. Es algo que me gustaría cuestionar, porque podría haber sufrido el Síndrome de Estocolmo, cuando se siente simpatía por el secuestrador. Por supuesto, no todas las personas que contratan personal para su casa son personas horribles, pero es lógico pensar que Cleo haya tenido sus propios intereses, miedos, deseos, pero es algo que no vimos.
Cuando varios racistas mexicanos empezaron a criticarla por sólo decir “sí, señor” o “no, señor” en sus diálogos, no fueron capaces de entender por qué las conversaciones se reducían tanto. En realidad, la falta de diálogo se debe a los contextos por los cuales los mexicanos y los indígenas pocas veces entablan amistad. Además, para un buen personaje no se requiere que hable mucho, ahí tenemos como ejemplo al gran Ignacio López Tarso en inigualable interpretación en el El hombre de papel. Bueno, el asunto aquí no es cinematográfico.
Aún falta mucha autocrítica por parte de nuestra sociedad para hacernos responsables de lo que nos toca como ciudadanos para evitar el racismo en contra de las mujeres indígenas y trabajadoras del hogar. Hoy día podemos ser testigos de mujeres que retratan sus propias vivencias.
También hay personas, quienes a partir de sus experiencias luchan en contra de estas injusticias, como la activista Marcela Bautista, indígena mixteca, quien dirige el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH) brindando asesoría y capacitación a las mujeres para la lucha de sus derechos laborales.
Para consultar tus derechos ante el IMSS o para dar de alta a las trabajadoras del hogar, recuerda consultar su página. Las mujeres indígenas y empleadas del hogar también tienen derechos.
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