Imagen Trabajo Infantil Indígenas

Un camino sin vía: el trabajo infantil indígena

El Trabajo Infantil (TI) es un lastre social, comprender y atender el componente étnico es una tarea urgente, pues es bien conocido que los niños y niñas indígenas migrantes trabajan en los campos latifundistas; en las casas, como sirvientes o ayudantes de jardineros; en la construcción, como chalanes; en los mercados de cargadores, o de vendedores ambulantes. [*]

El Trabajo Infantil normalizado

En cada generación se abre un nuevo ciclo de un bucle interminable. Una actividad que se repite con precisión cronográfica. Este proceso está caracterizado por la niñez indígena que inicia la migración, siguiendo los pasos de los padres, hermanas, primos o amigas. Por lo regular, se deja el pueblo con la intención de regresar, sin embargo, algunos se desprenden de esta trayectoria para jamás volver: ¿a dónde se dirigirá esta niñez?

Javier es un niño de once años que se dedica a vender dulces en las calles, una actividad que realiza a diario, cuyas ventas los fines de semana se incrementan en los bares. Hace menos de un año llegó a la Ciudad de México sin conocer a nadie, sabía que aquí había gente del pueblo, pero la dirección que traía era vaga.

Infografía Trabajo Infantil
Infografía Trabajo Infantil

Martha, por su lado, vende cubrebocas, un artículo que ha bajado sus ganancias. Ella indica que está trabajando con sus tíos y desea llevar dinero a sus padres. Manuel tiene catorce años y trabaja de chalán en una construcción del sur de la ciudad. Mientras Carmen, de doce años, se encuentra al servicio doméstico. Ella salió de su pueblo con la intención de continuar sus estudios. A la fecha no se ha matriculado en ninguna escuela y debe trabajar todos los días.

Estas breves semblanzas carecen de lo extraordinario ante un panorama normalizado. Según la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) del 2019, hay más de tres millones de niñas, niños y adolescentes de cinco a diecisiete años en alguna actividad económica, de lo anterior cabría señalar las diferencias. Mónica E. Salazar Salazar y Fernanda Ezeta Salcedo en su libro, Trabajo Forzoso y Trata de Personas: Una guía introductoria (2022), explican las distinciones en las labores infantiles.

En una primera instancia, el trabajo ligero o formativo se efectúa para ayudar al ingreso familiar o para los mismos gastos personales sin impedir la escolarización y siendo positivo para el desarrollo.

En el caso del Trabajo Infantil (TI) las actividades productivas interfieren en el desarrollo integral de la niñez, pues se realiza por debajo de la edad permitida (15 años), interrumpe la escolarización y priva de la infancia, en este sentido, pueden ser propensas a vincularse con las peores formas de trabajo infantil, las cuales se caracterizan por las prácticas análogas a la esclavitud, a la esclavitud misma, al trabajo forzoso, al reclutamiento para la explotación sexual, los trabajos peligrosos e insalubres, la trata de personas o las actividades ilícitas.

Tanto el Convenio 138 sobre la edad mínima (1973), el Convenio 182 sobre las Peores Formas de Trabajo Infantil (1999) como la Recomendación 190 sobre la Acción Inmediata para su Erradicación (1999) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) han sido instrumentos internacionales que han concretado los lineamientos para las legislaciones nacionales del empleo permitido de adolescentes y la erradicación de las peores formas de trabajo infantil, pero por cuantas normativas tengamos en la materia, hay diversos aspectos por los cuales se vuelven paliativos.

Entre la niñez y la adolescencia en situación de trabajo infantil hay 1,755,482 (ENTI, 2019) que realizan ocupaciones no permitidas. Para ahondar en esta situación, hay que considerar el aspecto étnico.

Las experiencias antes relatadas, tienen en común algunos elementos, los niños y niñas provienen de algún pueblo originario, coinciden en su rango de edad y en el hecho de que viajan solos o, bien, se mueven en el espacio laboral como adultos. Los detalles de estas vidas poco se visibilizan, sin embargo, por contradictorio que parezca, alguna vez hemos presenciado este tipo de situaciones sin que nos conmueva ni desvíe de nuestra cotidianidad. Esta práctica normalizada en la sociedad hispanohablante también lo está en las comunidades. Pero tanto en uno como en otro espacio, hay intenciones, objetivos, concepciones y formas que difieren con respecto a la niñez y al empleo.

El Trabajo Infantil en la niñez indígena

En los pueblos el trabajo está relacionado con el respeto a la Tierra y la comunidad (tequios), no obstante, existe un trabajo remunerado dentro de los mismos, cuando los niños y niñas ayudan al ingreso familiar o desean tener para sus propios gastos, en este sentido, es similar a los trabajos ligeros o formativos. Al mismo tiempo, por las condiciones de la comunidad, el trato difiere al de la niñez empleada afuera de ésta.

Gráfico Población Infantil Indígena

Otro punto para considerar es la noción acerca de la niñez y la adultez, sobre todo, porque el concepto de “adolescencia” es algo que se da en castellano y bajo las lógicas de la sociedad nacional. Esto significa que este periodo se concibe de otra manera.

El paso de la niñez a la adultez es ejercido por una juventud que comienza a participar de la vida comunitaria y que, por lo regular, termina con el casamiento. La noción de familia, su organización y actividades, igualmente, está basada en la retribución mutua de cada uno de los miembros del núcleo, sin limitarse a la consanguinidad directa.

Si bien, la escolarización ha permeado para entender la “adolescencia” y “el trabajo” a la usanza occidental, convergen formaciones y concepciones que en ocasiones tienen tintes contradictorios cuando intervienen las propias. Así, media una práctica que es recurrente: salir del pueblo a trabajar. Por lo general, los padres, madres, niños y niñas esperan a que terminen sus estudios básicos, primaria o secundaria, para que migren a las ciudades o se internen en los campos agrícolas del norte y sur del país. Y aunque es una situación cíclica, que podría dar pie a que algo haya cambiado, se mantienen ciertas actitudes y acciones.

La niñez o adolescencia que sale —sin la compañía de sus progenitores— lo puede hacer junto a un grupo de amistades o en solitario; teniendo, o no, un objetivo en donde lo puedan esperar familiares y conocidos; o, bien, en donde se sabe que hay empleo. También puede salir por arbitraje de otra persona(s) de la comunidad que le promete trabajo; la decisión puede ser familiar o personal. Los motivos y las acciones son multifactoriales.

Entender esta migración es ir más allá del aspecto económico, sin obviarlo. Si bien, las causas pueden ser muy diversas, la sobrevivencia sí nos lleva al aspecto monetario. Así, la niñez puede participar de las actividades económicas enviando dinero a la familia, intentando generar su propia “independencia” o, simplemente, saliendo a trabajar para conocer el mundo más allá de su pueblo.

El censo poblacional (2020) indica que el porcentaje de la población mayor a los cinco años migrante interna se debe a causas familiares, seguido por el tema del trabajo. Se entiende a la migración interna como aquella en la que las personas cambian su lugar de residencia, ya sea por un periodo específico o definitivo dentro del país.

Gráfico Adolescencia indígena trabajadora
Trabajo infantil. Distribución porcentual de la población activa económicamente

En el caso indígena está caracterizado por otro elemento, el de la pertenencia primaria a la comunidad, antes que al territorio estatal y federal. Esto supone la transgresión fronteriza a partir de que se deja el pueblo. Lo que entendemos como lo nacional ligado al país, está enmarcado en los pueblos al propio territorio-comunidad, por ello, su migración es aludida también como transnacional, aun cuando desde una visión de Estado sea migración interna.

La niñez, al dejar su pueblo, debe enfrentar las penalidades que supone dejar su mundo, si esta situación es dura para los adultos, para ésta, dejar de hablar su lengua, comunicarse en un segundo idioma sin dominarlo, buscar el modo de sobrevivir, enfrentarse a una sociedad que los discrimina, solucionar situaciones en labores adversas, es feroz. Además, este contexto destapa los efectos que han tenido, tienen y tendrán para los diferentes grupos sociales, pues sin importar que seamos parte de un pueblo indígena o parte de la sociedad mestiza: a todos nos atraviesa.

La niñez indígena trabajadora en desamparo

El aumento de la población mestiza y la disminución de la población indígena entraña los complejos desplazamientos identitarios. Al distinguir la migración indígena de otros sectores poblacionales, hay que señalar las diferencias entre los pueblos, pues cada uno difiere de su homólogo. Hay comunidades con mayor propensión al desamparo de la niñez en migración.

Esto se debe al reflejo que sus propias familias y pueblos experimentan. Los megaproyectos y los cárteles desplazan a familias enteras. Tampoco se puede descartar los discursos del “progreso” que se orientan a la pobreza monetaria y el “atraso” de las comunidades, en el deseo de una “vida mejor” y en la idea de la meritocracia.

A lo anterior se suma, que las, les y los trabajadores infantiles nos develan el problema de establecer la idea de “familia” más allá de la consanguinidad directa cuando encuentran trabajo junto a gente del pueblo, la relación tan importante, para establecer vínculos con personas de otras variantes lingüísticas, la condición de vulnerabilidad dejada por las industrias que despojan a sus territorios y la pobreza económica en ciertos sectores, pues al quedarse en otras zonas rurales y urbanas, engrosan las filas de grupos empobrecidos. Un hecho que ha estado presente y se ha ido robusteciendo con los siglos.

Los cambios censales sobre las poblaciones indígenas y afrodescendientes se deben más aspectos sociales, políticos y económicos, que a razones biológicas. Los estudios de los movimientos poblacionales han mostrado lo espinoso de las identidades cerradas. En un país en donde el racismo permea sin ser reconocido, para la movilidad social, por las políticas indigenistas del Estado y por el estigma moral, erradicar la identidad originaria es una realidad. Si bien, nuestro siglo abre senderos de lucha y revitalización, la cotidianidad afirma un proceso de acogimiento.

Gráfico Hablantes Indígenas
Comparativa de hablantes de una lengua indígena

A partir de los censos del año 2000 a la fecha ha “aumentado” la población indígena. En realidad, no aumentó su cantidad física, sino que creció el número de personas autoadscritas o pertenecientes a un pueblo originario. La autoadscripción ha dado mucho para debatir, entre quienes señalan los procesos de lucha indígena para ser visibilizados, la revitalización lingüística, cultural y étnica, y quienes mencionan las triquiñuelas de los censos, así se esconden los procesos: ¿quiénes son los que se autoasdcriben?, y ¿cómo es que algunas personas retoman la identidad ligada a un pueblo originario?

Las encuestas censales e intercensales (2000, 2005, 2010, 2015) señalan que las personas hablantes de alguna lengua originaria han disminuido, en consecuencia, los hablantes del español han aumentado. Esta tendencia es mayor en los niños y niñas menores de 10 años (29.4%) —se revierte en adultos mayores de 65 años—. Lo que muestra la lengua materna desplazada por el español y los procesos de recuperación.

Los hablantes de una lengua originaria se concentran en lugares de poca población a diferencia de las ciudades, en donde se deja de hablarlas, de esta manera es mucho más fácil que las y los pequeños la olviden, por falta de práctica, y pasen a ser parte de quienes la entienden, pero no la hablan, pues la escuchan sólo en espacios exclusivos como la casa o la comunidad. Igualmente, está el hecho de que indígenas migrantes dejen de enseñarla a los hijos e hijas, quienes de forma semejante pueden empezar la vida laboral en condiciones de trabajo infantil.

Esto último se empalma con los lugares con mayores porcentajes de migración: Yucatán, Oaxaca, Quintana Roo, Campeche y Chiapas. A la niñez indígena se le despoja de su lengua e identidad cultural en un territorio que dice velar por sus intereses. Al aprender el castellano, se aprende también los modos de vida de la sociedad que la enuncia, así va rompiendo los vínculos con su comunidad.

La separación entre indígenas hablantes y autoadscritos del Estado, asimismo, está presente entre las poblaciones originarias. La niñez desamparada se enfrenta a la dura discriminación cuando los patrones le prohíben hablar su lengua o los cercanos se burlan. Los años de trabajo, que abarcarán su crecimiento a la vida adulta, resultará en el desamparo, más que lingüístico, en uno de corte integral, pues tanto la sociedad hispanohablante como la comunitaria no los reconocerán como parte de, los primeros por no dominar el español, los segundos por “olvidar” la lengua materna.

El sesgo en los censos, para dar cuenta de los niños y niñas trabajadores, sus condiciones, sus procesos de desintegración y su crecimiento, es reflejo del descuido social. En el intercensal de 2015 se indica que más de cuatrocientas mil personas no fueron registradas, entre las razones se encuentra la carencia de vivienda. Tener un estimado de la niñez trabajadora es muy difícil, son contabilizados por cierta suerte, por la “benevolencia” de los patrones, la mención de algún vecino o el reporte de un censal avezado, en su gran mayoría son escondidos por los patrones, ilocalizables por su vida en las calles o ignorados por la sociedad.

Gráfico Trabajo Infantil por edad
Población en trabajo infantil. Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI). 2019.

Este mismo grupo, en la casa del pueblo, tampoco es contabilizado. Aquí se forma un vacío. Un vacío que atañe a ambas sociedades, en la que la niñez queda atrapada. Esta formación se debe, en gran medida, a la relación asimétrica entre el Estado y los pueblos. Además, que entre la sociedad hispanohablante y las sociedades comunitarias hay una confrontación velada con sus respectivos prejuicios, imaginarios y prácticas. La relación colonial contemporánea marca la forma en cómo vemos y nos aprovechamos de los sectores más vulnerados.

¿A dónde se dirige la niñez infantil trabajadora?

Los pueblos originarios han luchado por su derecho al territorio, la lengua, cultura y sistema normativo, contrarrestando el ejercicio de poder del Estado, esto por supuesto no les deja en un estado idílico, pero permite cierto fortalecimiento. Sólo que, en medio de las rebatingas, es la niñez trabajadora la que siente los embates y está obligada a decidir antes de poder entender el conflicto imbricado entre sectores sociales en pugna.

Gráfico Trabajo Infantil Peligroso
Trabajo infantil en actividades peligrosas

La niñez indígena se enfrenta a la dificultad para encontrar amparo fuera de su pueblo. Es difícil encontrar redes de apoyo en la población mestiza, aunque existan activistas y personas que deseen tenderles una mano. La desconfianza está ahí, producto también de las experiencias. Los pocos grupos indígenas migrantes en pro de la niñez trabajadora no se dan abasto.

Es cierto que, al estar en un entorno nacional mexicano, es el Estado el que debe garantizar sus derechos a la integridad, pero es intrascendente para los gobiernos corruptos que hallan su “utilidad” en el ámbito económico, pues los niños y niñas son parte de la mano de obra capitalista.

La niñez indígena desamparada —cuyas condiciones de por sí deplorables, al muchas veces carecer de un lugar para dormir, sin recibir un salario y trabajando sólo por un poco de comida, contando los pesos de la venta del día o sin servicios de salud—, puede caer en las peores formas de trabajo infantil, víctima de algún delito u obligada a prácticas delictivas. En esta situación podrá ser engañada para realizar trabajos forzosos, en condiciones de esclavitud, ser secuestrada y violentada con total despotismo.

De acuerdo con el último censo del INEGI (2019), el trabajo infantil en su forma prohibida y peligrosa, prácticamente, tiene presencia en todas las actividades económicas, siendo las agrícolas, ganaderas, pesca y caza las que tienen mayor porcentaje, seguido de la minería y, en este punto, hay que recordar el crecimiento de la minería a cielo abierto en los territorios despojados a los indígenas; la construcción, el comercio, la industria, los lugares de oficio, no se quedan atrás. Lo que es de llamar la atención es el bajo porcentaje en actividades que son muy comunes como los servicios personales y domésticos, los cuales pueden ser manipulados para su registro.

Imagen Actividad económica trabajo infantil indigena
Trabajo infantil y adolescente en población indígena

Las peores formas de trabajo infantil y los crímenes en contra de la niñez no son exclusivos de los grandes corporativos o industrias, el crimen organizado y los psicópatas, son también producto de las personas comunes, un vecino, una amiga, el abuelo, las personas como tú o yo.

Algunos discursos que pretenden ayudarla tienen en el fondo aprovechar su situación de vulnerabilidad. La sociedad comete un delito, abierto y claro, respaldados por la impunidad. La sociedad está entumecida para ver sus acciones como un delito, ante gobiernos y órganos ineficaces, pues el Estado, bajo negligencia, corrupción y falta de asistencia, evita su erradicación.

Todos conocemos alguna historia: el tío que nunca regresó al pueblo, la prima que “desapareció”, la abuela que llegó a la ciudad siendo una niña, la madre adolescente que fue violada por el jefe, las niñas explotadas sexualmente en la “pornografía infantil” o en la “prostitución” de los hoteles en la Merced, el niño que inició de chalán y hoy es el maestro albañil, la “muchacha” que tiene que suplicar para que la dejen ir al pueblo, los “jovencitos” que van a la pizca en los campos en San Quintín, los adolescentes subcontratados en las fábricas de San Martín Obispo, las niñas en las maquilas de Cd. Juárez, las adolescentes empleadas en los comedores familiares… tantas historias que son interminables.

La identidad, la lengua, el territorio ancestral, la familia, en los casos como los de Javier, Martha, Manuel o Carmen podrán pasar a un segundo o tercer término, en situaciones extremas, porque la sobrevivencia será lo inmediato a resolver. Las historias de los niños y niñas trabajadoras no tienen nada de románticas, incluso cuando logren “superarse”.

Hay que comprender que habrá quienes sean asesinadas o asesinados en el proceso, quienes deseen la muerte ante la tortura cotidiana, porque morir será su única salvación: detrás de una puerta, una niña o niño, puede estar sufriendo abusos sexuales, sintiendo dolor sin atención médica, o estar decidiendo a punta de pistola si deberá cometer el primer crimen de su vida.

Pocas y pocos serán rescatados. El trabajo infantil y sus peores formas los marcará para siempre. Los pasados de quienes sobrevivieron nos lo confirman. Ante las poquísimas personas que sean rescatadas, un mínimo recibirá la atención especializada, pero eso sí, serán parte de las variaciones censales.

Imagen Trabajo Infantil Indígenas

Tanto el Estado, la sociedad mestiza-hispanohablante y las sociedades comunitarias parecen no sentir empatía por una niñez en tránsito. Estas sociedades deberían dar respuestas, en un plano de equidad, pero poco será resuelto sin el respeto a las comunidades por parte del Estado y sin la intervención de los pueblos ante una acción que les afecta, que afecta a la niñez de sus pueblos.

La niñez al llegar a la adultez replicará los modelos con los que crecieron, pero reclamar a las nuevas generaciones por algo que ha pasado en varios ciclos es una infamia, nuestro presente exige que seamos quienes de manera efectiva hagamos lo necesario para reconfortarla. Las acciones individuales ayudan, pero son limitantes, hay que exigir al Estado y exhortar a las comunidades para que intervengan.

¿A dónde se dirigirá la niñez trabajadora actual en estado de indefensión? Es una pregunta tan abierta y ambigua, tan absolutamente carente de significado y, a la vez, tan profundamente reveladora, que no hay una vía posible, hay cientos de posibilidades, esto es lo que nos puede aterrar o brindar una esperanza.


[*] Este artículo recibió el apoyo de Dignificando el Trabajo e “Iniciativa Arropa” de Fundación Avina, México, 2022.


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2 comentarios en "Un camino sin vía: el trabajo infantil indígena"

  1. Es una realidad terrible, creo que en toda América Latina. Sin embargo, visibilizar que la condición étnica de estos niños proveniente de pueblos originarios no se denuncia, ni se hace nada al respecto cuando se escucha el discurso de revitalización de los pueblos orignarios. En mi país El Salvador, es común, normalizados como dices, ver a niñas y niños de Panchimalco u otras comunidades vendiendo en las calles de San Salvador, la ciudad capital.

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