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Tiempos invisibles

Este libro reúne cuatro cuentos, cada uno de diferente época. Los personajes son personas comunes en tiempos extraordinarios. La gente está atravesada por la historia, pero su vida abyecta no repara en los cambios históricos, sino en algo más imprescindible: su vida, su propio tiempo invisible.

En “Pluma de agua y fuego”, un muchacho está atrapado en la inundación de la Ciudad de México de 1629 y el fuego nuevo; en “Esperando la libertad”, el ambiente se desarrolla a mediados del siglo XIX, en la turbulencia de la anarquía; mientras que en “Conquistas platerías”, la historia de una joven, refleja la tensión que existe en el cambio de siglo; finalmente, en “Horizonte”, el relato retrata el siglo XX, en los ojos de un hombre que mira hacia atrás.

El libro esta editado para su versión digital en epub; en impreso: plaquette y libro de bolsillo.

Fragmentos de un cuento de Tiempos Invisibles

Conquistas platerías

Mi nombre es Inés y escribo porque puedo. Esta es mi historia. Mi nombre real no importa, nadie lo conoció luego de que mis padres me llevaron a bautizar con el sacerdote del pueblo. Nací el día de Santa Inés, el mismo día, catorce años después dejé mis vestidos habituales. Mi madre había muerto la noche anterior y despedida con prisas a la mañana siguiente, para la noche mi padre me había ofrecido al cacique. Aquel día mi corazón se llenó de temor. Nunca antes había conocido el miedo.

Vivíamos en el Paraje del Arroyo, lejos del pueblo, donde se escuchaban a las estrellas tintinear. A la medianoche, a la hora en que se perdía el llanto por mi madre, cambié mis vestidos viejos por las ropas mestizas que el cacique me había regalado por anticipado. Aquel hombre no me quería como esposa, ya tenía una; pretendía mi vida. Al salir de la casa mis pies dejaron el acostumbrado chasquido sobre la tierra.

Luego de estar lo suficientemente alejada para que mis pasos no alertaran al verdugo, corrí con pies ligeros sobre la cordillera para encontrar el camino antiguo de la Ruta de Plata. A partir de ese momento me destiné a huir y mi padre a seguirme. Nunca entendí por qué se empecinó en mi persona, tal vez, porque en su jactancia se impedía aceptar que su pertenencia se fuera sin más, humillándolo ante el cacique y el pueblo.

Al atardecer del nuevo día llegué a las minas de Nuestra Señora. La gente se arremolinaba sobre un patio extenso, algunos con cubetas repletas de piedra, otros alistando las cargas para las mulas; al fondo, los rezagados lavando las últimas tinas de madera en donde se lavaba la plata. A parte de los hombres que sostenían grandes mazos, había ancianos, mujeres de todas las edades y niños sentados en el suelo.

Me acerqué a la mina para pedir trabajo al patrón. No fue difícil, el cerro era un centro de tránsito constante, personas iban y venían, trabajaban días, años, sin que al patrón le importara: siempre había manos para la veta. De vez en cuando nos observaba con desconfianza, su mirada se empeñaba en escudriñar nuestra piel. No lo culpo, aquella gente todavía tenía miedo de los grupos de honderos. Cuando las recuas de mula cargadas de plata pasaron en procesión hacia el Camino Real, la mirada fija del hombre de barba giró de inmediato para vigilarlas.

Mi trabajo de pepenadora consistía en recolectar entre los desmontes mineros las piedras dejadas por los quebradores y limpiarlas. El patio de la pepena reunía a cien mujeres, quienes conocían de minas decían que eran pocas, que en sus mejores años debían ser miles. Las mujeres éramos palliris, lavanderas, granzeras o pepenadoras; los hombres, mineros, acuñadores de monedas o transportadores de riquezas; los niños, picadores, pepenadores o fregadores en los hornos de fundición.

A lo que más le temía era a entrar a los despachos. El interior de las minas era una boca negra que tragaba lo mismo a los niños que a las mujeres, o los hombres. No distinguía en su gula por recibir la ofrenda que se merecía por enriquecer a los patrones. Una tarde escuché a dos mineros hablar sobre aquella entrada al infierno, frente a la capilla de las misas…

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Puedes leer el libro, de manera gratuita, en el siguiente enlace de la editorial “La Semilla Amarilla”: http://www.lasemillaamarilla.com/LibroDigital/Tiempos-invisibles.html

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