Debajo del encabezado de Irradiador, color verde, se lee: “Revista de vanguardia.- Proyecto internacional de nueva estética”. Es el número 1 de la revista estridentista, septiembre de 1923, publicada en la Ciudad de México, bajo la dirección de Manuel Maples Arce y Fermín Revueltas. Tiene en la portada una reproducción en blanco y negro de la obra “El restorán” de Revueltas. El subtítulo es en sí mismo provocativo, ¿cuál es esa nueva estética de vanguardia?
Al dar vuelta a la página capuchina con manchas verdosas, la ilusión se acrecienta; promete: “Quitará el sueño a los reaccionarios y afirmará todas las inquietudes de la hora presente”, lo mejor, por sólo 30 centavos el ejemplar. Ofrece seis números por sólo 2 pesos; quedó debiendo 3, sólo se imprimieron a la posteridad, una terna.
Desde el principio, la fraseología nos invita a exigir más. Tal pretensión no nos deja insatisfechos. El primer texto, “Irradiación inaugural” es un manifiesto osado contra los lectores y contra sus opositores. Sacude a los indecisos y a los imbéciles, a través de los artificios literarios de imágenes que se contraponen; los vanguardistas de la irradiación se afirman: “el estridentismo ha inventado la eternidad”.
¡Cuánto temeridad literaria! Los estridentistas han traspasado las barreras temporales por ser los abyectos de todas las épocas. Pero ¿quiénes se creían para semejante atentado a las letras? Jóvenes con ideales en contra de la ideología supremacista, y por si la inauguración no hubiera ya sacudido las mentes débiles, aún aumentan la incitación a través de los gráficos: “Desamodórrense, despiértense, desduérmanse…” La estridentina: “Específico infalible / Contra la pesadez / Cerebra infecciosa / y la utopía espiritual aguda”.
¿Qué es lo que la hace a Irradiador de actualidad?
El contenido afirma los ideales manifiestos de inicio. Después, German List Arzubide quiebra el instante con “Los poetas de México: 11-35 P.M. Nocturno estridentista”, le sigue de cerca Salvador Gallardo con “Jardín”, un poema de una noche emboscada; el lector camina hacia la “Cita” de Luis G. Mena. El artificio de la ciudad con sus cables telegráficos y de electricidad nos conduce por los pasillos eléctricos. Un grabado de madera de Jean Charlot nos interrumpe, y nos quedamos quietos admirando.
Una carta abierta nos regresa al México desmaravillado, “A la nariz del guarda-avenida que aprende por exceso de velocidad”; estamos convencidos, no somos un auditorio congelado. Jean Charlot, insistí en detenernos con otro grabado de madera. Pero Humberto Rivas (de España) nos compele a continuar por “Votiva” y “Pianismo”. A estas alturas, los lectores ya hemos asumido el lenguaje de Irradiador como propio: cantar, remar, volar…
Un nombre, extrañamente, familiar se desprende y suscita perspicacias, es el primer poema que Jorge Luis Borges envía a México, “Ciudad”, su lenguaje nos torna a encontrar de nuevo a los estridentistas. Así llegamos a “Las pirámides” con epígrafe de Pitágoras, que nos revela a Ricardo Gómez Robelo, el filósofo que dejaría la luz del mundo al siguiente año.
G.H. Martin denuncia “La rivalidad británico-americana y el petróleo”, ¿por qué el oro negro nos suena como un tema actual?, además amenaza con: continuará…
Los espacios en blanco para publicidad de Irradiador que se rellenan con recomendaciones, avisos estridentistas y direcciones, anuncian el final del trayecto. Nuevamente, el verdoso color del número 1 hace presencia con dos fronteras cardinales para encerrar el último grabado.
Irradiador nos mostró en 20 páginas, la nueva estética: la creación sintáctica y los ritmos eléctricos que han modulado a las nuevas abyecciones literarias.