El racismo contra indígenas, el racismo que México niega. Este artículo se deprende de uno escrito anteriormente titulado: “Racismo en México“, para exponer a más detalle, el problema del racismo en contra de un sector específico.
¿Qué es el racismo contra indígenas?
El racismo contra indígenas se basa en los discursos que hemos acumulado durante siglos, ¿te suenan frases como: “hay que llevarles progreso a los indígenas” o “es que los indígenas no saben cómo trabajar la tierra” o “estoy muy orgulloso de nuestros indígenas”?
Es más fácil culpar a los indígenas del supuesto atraso en el que viven, porque consideramos que el dinero es el éxito del progreso y no concebimos otro tipo de vida, pero lo que habla es la ignorancia.
Los indígenas no requieren que les llevemos el “progreso”, esta es una idea que surgió con los europeos que justificaban así la conquista en tierras americanas, pues decían que venían a traer la “civilización” y de paso venían a evangelizar para sacar a los indios del salvajismo.
Además, los “sacrificios” que tanto lastre le han causado a los indígenas, tenían una función social que hoy día no comprendemos en su totalidad, pero que no estamos para juzgar, menos cuando la religión católica también tiene un pasado vergonzoso en las inquisiciones o en el perseguimiento de los paganos. Por cierto, si deseas conocer sobre la función del sacrificio en algunos pueblos —no todos lo acostumbraban—, puedes leer a Miguel León Portilla o Alfredo López Austin.
En realidad, los pueblos indígenas gozaban de muy buenos conocimientos en medicina, astronomía, política, cultura y religión. No necesitaban que les trajeran la civilización y tampoco la necesitan ahora. Tal vez no tenían la “tecnología” que tenían los europeos, pero ésta tampoco era producto de ellos, sino de una formación que se había logrado por las tecnologías de los pueblos orientales.
Estamos mal cuando pensamos que el “progreso” o la “civilización” es producto de Europa cuando ellos también han importado conocimientos de otros países y, sobre todo, la civilización no se mide por el uso de las “tecnologías”.
En lo que respecta al trabajo de la tierra, es muy común escuchar que ingenieros agrónomos o antropólogos van a los pueblos a enseñarles cómo vivir o cómo tratar las tierras, pero, bueno, los indígenas tienen miles de años conociendo mucho mejor que nosotros cómo tratar a la madre naturaleza. Ellos son los que tienen las mayores reservas naturales y los que vivimos en la ciudad hemos roto los ecosistemas.
Además, cuando decimos “nuestros indígenas”, en realidad no nos estamos sintiendo orgullosos de ellos, sino que estamos demostrando un lenguaje colonial, pues estamos señalando la posesión de los indígenas, que son nuestros, como lo hacían los españoles, quienes pensaban que tanto los indígenas como las personas esclavizadas les pertenecían.
No importa que digas que lo haces sin intención de ofender, ¿te has preguntado qué piensan las personas de los pueblos originarios de tus expresiones? Probablemente, no lo sabes porque pocas veces estamos acostumbrados a un diálogo entre iguales, a los indígenas se les ve con cierta distancia: como los campesinos, las empleadas del hogar, los vendedores ambulantes, los vagabundos y un largo etcétera, pero en realidad los indígenas son personas como tú, sólo con una lengua y cultura diferente que merecen respeto, pueden ser también nuestros amigos, compañeros de trabajo, de la escuela o el vecino.
Estamos practicando el racismo contra las personas de los pueblos originarios cuando partimos de los prejuicios y deseamos imponerles nuestra visión del mundo. El racismo contra un grupo cultural se basa en prejuicios, pero también en imposiciones.
Racismo contra indígenas: ¿Quién es una persona indígena?
Es una pregunta que trae muchas dudas, pues hay varios prejuicios. Y, para empezar, deberíamos referirnos a los indígenas por su identidad cultural: mixtecos, zapotecos, nahuas… e incluso por su nombre en la lengua porque muchas de estas categorías no responden con su identidad, por ejemplo, cuando decimos “chichimecas”. Por ello, para englobar a las personas que estaban antes que los españoles se han optado por decirles personas de los pueblos originarios.
Ahora bien, está el problema de los estereotipos. Está mal suponer que todas las personas “indígenas” son morenas, o que todas son bajas de estatura y pelo lacio, pues también tienen diferencias en su apariencia física, sin embargo, es innegable que algunas características fenotípicas las podemos señalar como parte de los europeos o españoles que llegaron a las tierras americanas, como de aquellas que estaban antes. Hoy día, justamente podemos ver una gran variación en la apariencia física de las personas originarias de los pueblos.
Los indígenas también se han mezclado con otros pueblos, incluso antes de que llegaran los españoles, sin embargo, podemos entender que ciertas características físicas las unen, como podemos señalar algunos rasgos entre los africanos o asiáticos, pero esta generalidad no las hace universales, es decir, en África podemos encontrar gente de tez blanca, mientras que en Asia puede haber personas sin ojos rasgados.
Así que podemos entender que la identidad también es un constructo social, que en ocasiones puede ir emparentado con los rasgos físicos que nos diferencian de otras culturas y pueblos.
Esto mismo pasa con las personas de los pueblos originarios. Algunas personas no son morenas, de pelo lacio o bajitas, que es el imaginario que impera. Algunas son de tez clara, de cabello quebrado o altas. Esto se debe a los procesos que los pueblos y los individuos han sobrellevado. El racismo contra indígenas empieza cuando suponemos algo sobre su persona y cultura.
El mito del mestizaje nos ha hecho creer que los mexicanos provenimos de españoles e indios, pero es mentira, lo mismo que pensar que los indígenas han tenido una historia pasiva. Para evitar el racismo contra indígenas debemos aceptar que existen otras identidades y otro tipo de mestizaje.
Muchas personas esclavizadas que provenían de África, para escapar de los españoles, se internaron entre los pueblos indígenas, algunas veces, ellas formaban sus propios pueblos de negros, como los que están en Oaxaca, Veracruz y Guerrero —también los hay en el norte del país, porque huían de los ingleses en Estados Unidos y la guerra civil del siglo XIX—, pero en ocasiones se mezclaban en los pueblos indígenas. En Yucatán, en algunos pueblos mayas, hubo una mezcla peculiar con los asiáticos que huían de los mexicanos que los tenían en condiciones laborales humillantes en el siglo XIX.
Cabe señalar que en México hay racismo contra indígenas, como contra los afrodescendientes, quienes han sido invisibilizados.
Igualmente, las migraciones actuales de los indígenas a las ciudades e incluso a otros países, entre ellos, especialmente a Estados Unidos, ha hecho que haya otro tipo de mestizaje. ¿Entonces, cómo distinguir a una persona indígena o de un pueblo originario? En realidad, sólo necesitamos que la persona se autoadscriba como tal, eso dice la ley, pero en la cotidianidad, es algo más natural.
Entendemos que las personas que responden a nuestro imaginario del “indígena” lo son, pues son descendientes de los pueblos antiguos que habitaban antes de los españoles, pero también porque hablan una lengua o por su cultura. Estas personas son quienes más sufren racismo, pero también las personas que son morenas y que vemos como mestizas sufren discriminación, porque seguramente tienen orígenes indígenas, por sus padres o abuelos. En cualquiera de los dos casos, estas actitudes negativas deberían ser erradicas. En el caso de las personas que hablan una lengua originaria pero que no responden al imaginario de ser morenas también tienen derecho a expresarse en su lengua sin sufrir burlas.
Así, la discriminación y el racismo contra indígenas, como contra aquellas personas que tienen rasgos indígenas, son actitudes que tienen mucho en común, pues se basan en prejuicios.
¿Por qué muchas personas morenas no se reconocen como indígenas?
No todas las personas morenas son de un pueblo originario, ni todos los indígenas son morenos, sin embargo, entendemos que no siempre las personas se quieren reconocer como “indígenas”. Esto tiene bases muy profundas, en el racismo que México se niega a reconocer.
México dice que no es racista, las personas cuando se les cuestiona dicen que no son racistas y que tampoco han visto actitudes como tales alrededor de ellas. Pero, si nos fijamos bien, México sí es racista, sí hay racismo contra indígenas, sólo que se niega. Durante décadas, después de la Independencia, los políticos comenzaron la narrativa de que “todos somos mestizos”, es decir, éramos descendientes de españoles e indígenas, sin embargo, en la cotidianidad, trataban mal a los indígenas y se enorgullecían de su sangre española. ¿Te suena de algo a lo que hoy se vive?
Antes, como ahora, se insultaba a los indígenas, se les daban malas condiciones laborales, se les obligaba a dejar de hablar su lengua y su vestimenta. Incluso la educación fue parte de los proyectos para mestizar a los indígenas. A México le avergonzaba lo indígena y sólo le gustaba para que adornaran los museos, los sitios turísticos, para embellecer la historia o darle identidad a su cultura, por el contrario, a las personas se les negaba sus derechos.
Por todos los medios se ha tratado de “civilizar” a los indígenas, para que hablen español, vistan y se comporten como en la ciudad, pero no ha sido para “ayudarlos” como tanto se pregona, porque en realidad los indígenas desean otra forma de vida y lo que ellos piden es respeto.
Así, ante los proyectos indigenistas del Estado que buscaba borrar lo indígena y de una sociedad que se avergonzaba de los conciudadanos de otra lengua y otra cultura, muchas personas de los pueblos dejaron de hablar su lengua, e intentaron que sus hijos escaparan de un estigma que lastimaba.
Los indígenas dejaron de enseñar su lengua y cultura a sus hijos, y estos hijos se reconocieron como “mestizos”. Esto tuvo consecuencias. La identidad también es algo muy movedizo y que puede quedar vacío de sentido.
En las estadísticas los indígenas comenzaron a “desaparecer” y una forma de establecer quién era indígena fue preguntar si hablaban alguna lengua. Los hijos de muchas personas de los pueblos originarios que, por razones genéticas, podrían considerarse como tales, dejaron de serlo, haciendo que una categoría se volviera una forma de autoadscripción, en la que también se dio cabida a que algunas personas se aprovecharan de esta situación, como los políticos o quienes buscaban los recursos económicos destinados a los “indígenas”. Pero no sólo eso, sino que dio paso a que las lenguas y culturas milenarias fueran desapareciendo.
La categoría indígena o del indio, en tiempos de la Nueva España, era muy movediza, pero básicamente era dada a las personas “naturales” de estas tierras, por lo que la sangre y los orígenes de los padres eran determinantes. Hoy día, esta categoría se ha vuelto más compleja, sobre todo para quienes, por sus características físicas, siguen siendo marcados como “indios” y son tratados de manera despectiva, pues en ellos opera todo el odio del racismo, mientras que, para aquellos que tienen la decisión de sentirse o autoadscribirse como indígenas, ya sea porque uno de sus padres es de un pueblo originario o porque su apariencia física difiere del resto, pueden enfrentarse a la discriminación.
Así hay racismo contra indígenas y también discriminación.
En los últimos años hemos sido testigos de los movimientos indígenas que luchan contra el estigma, revertiendo la vergüenza por señalarse como “indígena” o como perteneciente a un pueblo originario. En el Censo del INEGI de 2020 se han revertido las cifras, señalando que hay más poblaciones indígenas, ya sea que hablen o no una lengua originaria.
Las personas de los pueblos originarios prefieren ser reconocidas por el nombre que se dan a sí mismas en sus lenguas, pero si de plano no podemos pronunciarlas, correctamente, han sido benevolentes con nosotros y aceptan que se les identifique con el nombre castellanizado en náhuatl: nahuas, rarámuris, zapotecas, mixtecas, tsotsiles, mayas, mixes, huaves, chontales, etcétera. Así que podemos empezar por hacer el esfuerzo. Sí, yo sé, son muchos nombres y pueblos, pero vamos empezando poco a poquito.
Racismo en lo cultural
El racismo a los pueblos, como lo hemos platicado, se basa en aspectos sociohistóricos, como en el caso individual, pues las formas negativas de ver a los indígenas se basaron en aspectos colectivos. Recuerda que el racismo tiene una visión negativa sobre toda una población, sin que sean reales; son construcciones que hemos establecido por meros prejuicios.
Por lo que antes de comprender los motivos culturales de una población, suponemos que viven en el “atraso” sin imaginar que tienen otras razones para hacer lo que hacen. Por ejemplo, cuando decimos que los indígenas no tienen arte, sino artesanías, declarando que sus prácticas son inferiores. Aunque, hoy día se está luchando por revertir esto, en la mayor parte de la población sigue este estigma.
Al señalar que existe una “alta cultura” o una “verdadera cultura” estamos diciendo que hay manifestaciones que no tienen un grado de sofisticación alta, por lo que hay una cultura menor o una cultura popular, así esto último se ve como inferior y se alaba a la primera. Por razones que tienen que ver con la colonización en América se tiende a ver todo lo producido en Europa (y por los blancos) como lo mejor. Así aspiramos a esta estética, pues pensamos que es superior, sin valorar lo que las culturas de los pueblos han creado.
¿Te parece curioso que muchos investigadores europeos o de países anglosajones sean los que “mejor” se dedican a investigar a las culturas originarias o indígenas? Esto se debe a varias situaciones.
Desde que los europeos llegaron a América se han dedicado al estudio de las poblaciones originarias, y han ido entendiendo lo complejo que han sido estas civilizaciones, aunque lo han hecho para poder dominar mejor estas tierras. Nosotros pensamos que es porque ellos saben “valorar mejor” nuestra riqueza cultural, otra vez, porque pensamos que son más inteligentes, pero no es así. A los mexicanos nos han enseñado a despreciar todo lo indígena mientras nos enseñan a admirar lo producido por Europa. Por eso, nosotros preferimos todo lo que venga de los extranjeros antes de valorar lo propio.
En los últimos años los pueblos indígenas se han quejado del robo del diseño a su indumentaria. Los diseñadores replican los bordados y los venden a alto costo, a veces compran las prendas a las mismas personas de los pueblos para revenderlos tres veces más caro. Y ¿qué pasa con esto? Pues que, nuevamente, la gente prefiere comprarle a estos revendedores y no a los pueblos, pues piensan que llevar ropa con una etiqueta es mejor que ponerse una ropa confeccionada por gente del pueblo. Además, mucha gente que altera el diseño de los bordados indígenas ni siquiera entiende que está alterando una parte sustancial de la cultura originaria, pues desconoce lo que significa.
Hay otras actividades similares que también son mal vistas en los propios indígenas mientras se avala que un extranjero o una persona mestiza la haga. Los escritores indígenas que escriben en su lengua materna son minimizados ante la literatura escrita en español, o los pintores a quienes no se les da un espacio, o los músicos de banda que no son vistos con igual importancia que otros géneros. ¿Has visto cómo se prefiere invitar a hablar a algún especialista sobre los indígenas antes que a un integrante de la comunidad para hablar sobre cualquier tema?
También vitoreamos al extranjero o mestizo que aprende a hablar una lengua indígena antes que a una persona zapoteca que habla su lengua por herencia. Cuando las personas indígenas hablan en español nos burlamos de ellas, aun cuando es su segunda lengua, pero al extranjero que habla español con acento, le damos una palmada y lo disculpamos.
Lo que hacemos en el fondo es expresar nuestro racismo a los pueblos indígenas, a los que después de quinientos años seguimos sin comprender y menos establecer un diálogo de igual a igual.
Indio vivo e indio muerto
Aceptamos lo “indígena” por su valor histórico, pero no a las poblaciones que actualmente luchan por su cultura y territorio. Es decir, preferimos al indio muerto antes que al vivo, porque al indio vivo lo calificamos de “atrasado”.
Aceptamos ir a ver las prácticas y expresiones indígenas en un museo, en una presentación sobre culturas o en una feria de los pueblos, incluso nos gusta ir a los pueblos para disfrutar la naturaleza, rentar una cabañita, para que nos sirvan mientras estamos de vacaciones, pero somos intolerantes con lo que ellos quieren o esperan de nosotros.
Al indio lo queremos muerto para enorgullecernos de nuestras “raíces” sin ser capaces de aceptar que no son nuestro pasado, sino el presente, independientemente de lo que nosotros deseamos. Lo podemos constatar en todas las veces en que justificamos que ellos sean los que cedan para que nosotros podamos vivir con comodidades, sin importarnos que les quiten el agua y las tierras, o que sean los sirvientes de las casas, los obreros mal pagados o los campesinos a los que les compramos a precios ridículos.
Todas estas prácticas desalentadoras son las que nos indican que estamos siendo racistas contra los pueblos, cuando no escuchamos lo que ellos nos quieren decir. Hablamos del Tren Maya, sin escuchar a los pueblos mayenses, o del Corredor interoceánico sin atender las demandas de zapotecos y mixes, o de los parques industriales e hidroeléctricas que atraviesan los pueblos nahuas.
Las lógicas actuales del racismo se sostienen por la explotación a grupos étnicos que casi siempre están empobrecidos, así como el exterminio para obtener los recursos naturales de sus territorios cuando no ceden a venderlos por precios muy bajos. Este racismo sigue manteniendo la supremacía de los grupos en el poder, la exclusión de los grupos étnicos, la discriminación social, el genocidio o exterminio de pueblos, ya sea de manera oficial o velada.
El Estado es responsable de muchas de estas prácticas, pues lejos de atender las demandas de todos los sectores de la población, se concentra en atender sólo los intereses de las grandes empresas, sin importarle el asesinato y despojo contra los pueblos indígenas.
El Estado también organiza eventos “indígenas” para el espectáculo pero que no responden muchas veces a la generación de respeto a los pueblos. Pues nuevamente lo hace a partir de una visión en el que las personas alejadas de las comunidades son quienes las organizan, haciendo que el espectáculo se concentre en las personas que lo pueden consumir, ni siquiera en toda la población, sólo en quienes pueden comprar su boleto.
Los pueblos indígenas tienen cultura y ciencia
Para ir en contra del racismo a los pueblos es necesario comprender el valor de su cultura y entender sus conocimientos, para ello, debemos hacer un esfuerzo de nuestra parte. No es fácil porque ellos tienen una cultura y lengua diferente, pero igual lo europeos y no los veo poniendo pretextos.
Los conocimientos de los pueblos indígenas tienen que ser revalorados, sin retórica. Para ello, antes de juzgar sus prácticas, intenta entenderlas.
La medicina tradicional no es superchería. Ha tenido siglos de perfeccionamiento al igual que la ciencia de la salud en Occidente, sólo que con diferentes métodos. Existen charlatanes igual que en las culturas mestizas de América o en Europa, por ello, hay que aprender a identificar a los sabios reconocidos por los mismos pueblos. Los conocimientos verificados en los pueblos son avalados por la comunidad. Una persona que no está avalada por la comunidad como partera o curandero con seguridad no ha heredado los conocimientos de prácticas milenarias.
Muchos de los avances científicos han surgido de los conocimientos de la medicina tradicional, excepto que no han sido reconocidos. Es parte del extractivismo cultural de los académicos. Así como a los indígenas se les despoja del territorio y de las riquezas naturales que existen en sus territorios sin darles nada a cambio, se les despoja de los conocimientos sin darles el crédito.
En muchas investigaciones históricas, lingüísticas, antropológicas y científicas los indígenas figuran como informantes, sin darles el respeto que se merecen como productores de los conocimientos. Creemos de este modo que los pueblos sirven para ser estudiados, sin verlos como interlocutores y creadores de conocimientos que han ayudado a la humanidad. Incluso, ante el cambio climático los vemos como parte del atraso, cuando son quienes mejor han sabido armonizar entre la tecnología y la naturaleza.
Las personas de los pueblos originarios también tienen ciencia, filosofía, literatura, medicina, historia y arte, aunque más bien, tienen otras categorías de prácticas y conocimientos, los que debemos aprender a valorar somos nosotros y evitar el racismo contra los pueblos.
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