En México es tradición el cuento de pobres contra ricos, sin embargo, en los últimos años, se ha visto que ha cambiado para ser clase media contra los pobres, y viceversa. Esta lucha que parece surgida en los últimos años proviene de una historia antigua.
AMLO: los pobres primero
Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, el tema de los que menos tienen ha tenido un gran auge, pues parte de la campaña presidencial se basa en apoyar a los pobres, pero a diferencia de otros sexenios en los que discursivamente se ha sostenido la misma bandera, el actual presidente goza de un apoyo popular.
Lo último ha dado para que se polaricen algunas posturas políticas, en aquellos que defienden a los pobres y los que los condenan con adjetivos de sobra conocidos: como flojos, borrachos o conformistas, que se basan en elementos del racismo y clasismo que han imperado en México durante mucho tiempo.
El presidente señaló en una de sus mañaneras que la gente humilde y pobre es “muy leal, muy fraterna”, son “como buenos seres humanos, buenos ciudadanos, cristianos”, “no tienen odios”, “ellos tienen una mentalidad completamente limpia, sin malicia”, pero no sólo eso, sino que termina por condenar a las clases medias quienes según “son manipulables” y “egoístas”. Estas aseveraciones parecen más propias de un eclesiástico que de un mandatario.
Hay que considerar que antes la endemonización de la clase media era destinada a las clases altas. Así que algo está pasando en México sobre la polarización, que tampoco es nuevo ni propio del presidente. Estas luchas han estado presentes desde hace décadas (si no es que siglos) sólo que un político las ha hecho suyas.
Lo cierto es que estas frases, más o menos similares, las hemos escuchado mucho del presidente, haciendo que una buena parte de su auditorio lo vitoree. En sí, no tendría nada de malo apoyar a un sector que ha sido humillado durante años, porque muchas de estas familias han estado condenadas por generaciones.
Por ello, los estudios sobre la pobreza señalan que si naces pobre, pobre te quedas. Una pequeña parte, muy pequeña, de la población tiene movilidad social y no tiene nada que ver con el “échale ganas”. Los pobres son quienes más invierten en el traslado a sus trabajos, los que más trabajan con menos salario y aun así son estigmatizados como “resentidos” si luchan por sus derechos laborales.
Ahora bien, esto no significa que deban ser idealizados, sino que se debe mejorar sus condiciones laborales y, en sí, de vida. Sin embargo, lo que dice el presidente tiene bases históricas y religiosas, por lo que no podemos dejarlo pasar para entender los discursos que hay detrás y sus consecuencias.
El cuento de los pobres “son buenos”
La mistificación de los pobres tiene siglos, sobre todo, de parte de la religión católica, en otras palabras, judeo-cristiana. A partir de mediados del siglo II de nuestra era, la iglesia romana comienza la idealización de los pobres, para congregar la nueva comunidad basada en los huérfanos, enfermos, viudas, encarcelados, perseguidos, hambrientos, es decir, en los necesitados.
Así la religión se basa en la congregación de los necesitados: “bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos”. Lo que hace AMLO es recoger estos postulados, pues según ha señalado él es cristiano, pero además es un buen estratega político, que sabe del poder de las palabras.
México es un país profundamente religioso y estas palabras las reconoce, no de un político, sino de un lugar más profundo, que es la iglesia, con todo y que tenga diferentes afiliaciones, pues una gran parte de la población cree en Cristo. En México, durante la Nueva España, no se permitía otra religión que no fuera la católica así que permeó durante tres siglos la creencia sobre esta religión, haciendo que los mexicanos la continuaran.
La idealización moderna de los pobres no sólo nos es heredada de la religión sino de nuevas actividades como lo es el cine.
Desde la segunda mitad del siglo XX con el cine clásico nacional la pobreza fue un tema recurrente, tanto en los filmes de corte dramático como en la comedia. Tenemos los clásicos de Pedro Infante, como “Nosotros los pobres y ustedes los ricos” o “Los olvidados” de Luis Buñuel. Las películas también han dejado la idealización de lado para mostrar una realidad cruda, como es el caso del segundo ejemplo.
Lo que vemos en muchas de las películas mexicanas es justamente que los pobres son colocados como los buenos que deben ser rescatados por una persona en mejor posición económica y social, mejor dicho, por la generosidad económica de un ser superior. Lo que ha puesto también a las clases altas como las que rescatan al pobre. Clichés que funcionan en nuestro imaginario.
Por otra parte, en la actualidad, también tenemos otro tanto de la idealización de los pobres. La Maestra en Comunicación y Doctora en Ciencias Políticas de la UNAM, Siboney Obscura Gutiérrez señala que
Algo distintivo en las actuales representaciones de la marginación social en el cine mexicano, es su alto grado de violencia explícita y la desdramatización de la puesta en escena. Estos aspectos parecen romper con la tradición instaurada en la cinematografía nacional desde mediados del siglo pasado, donde el principal recurso en la representación de la desigualdad social era el melodrama. No obstante, un análisis más cuidadoso muestra que no son tan novedosos y que en realidad se puede hablar de continuidad con algunos elementos de cambio.
Siboney Obscura Gutiérrez en el ensayo “La construcción del imaginario sobre la pobreza en el cine mexicano“.
La Doctora Obscura Gutiérrez ha estudiado cómo el imaginario sobre los pobres sigue presente en nuestras representaciones, sólo que ahora se ha vuelto más compleja pues ya no es fácil situarnos en dos bandos claros, con todo, los elementos continúan:
La continuidad se advierte en el uso de variantes del melodrama y de ciertos espacios destacados por el antiguo cine mexicano, como el barrio y la vecindad, los cuales funcionaban como microcosmos sociales que de manera esquemática articulaban la complejidad urbana. A nivel ideológico, lo novedoso está en la interpretación de la pobreza, que ahora es más compleja, pues evita el maniqueísmo que caracterizó al cine de la “época de oro”.
Siboney Obscura Gutiérrez en el ensayo “La construcción del imaginario sobre la pobreza en el cine mexicano“.
La Doctora en Ciencias políticas señala que las películas como Así es la vida (2000, Arturo Ripstein), Ciudades oscuras (2002, Fernando Sariñana) y Amores perros (2000, Alejandro González Iñárritu), muestran “los signos de la miseria” que “asumían una función casi escenográfica, aportando la atmósfera de miserabilismo a un cine-espectáculo que combinaba el realismo tremendista del cine mexicano de los años 70 y 80, con el hiperviolento cine de acción contemporáneo al estilo Tarantino”. En los últimos años podemos tomar en cuenta la película “Nuevo orden” de Michel Franco.
En las telenovelas mexicanas también podemos seguir este uso desmedido por idealizar al pobre que no está bien representado en la pantalla, pues en ocasiones, muestran a una persona de clase media (con casa, profesión, cuenta bancaria, etc.) como pobre, o bien ridiculizando al pobre (con un lenguaje cantado, una inocencia extrema o sin preparación académica). Así que no sólo el presidente ha hecho uso del discurso sobre los pobres, sino también los medios de comunicación.
Pobreza en México: cifras reales
El presidente ha trasladado muchos de los adjetivos negativos a las clases altas, que por siglos las caracterizaba, a las clases medias, excepto que las ha llamado manipulables, incluso mencionó que han sido en gran parte responsables de situaciones ignominiosas en la historia, como la creación de la Confederación de la clase media.
La clase media ha ido creciendo, permitiendo cierta movilidad social para quienes provienen de situaciones económicas desfavorables, pero no ha sido sólo eso, sino que su crecimiento también se ha debido al aumento en la demografía. Esto ha ido gestándose a partir del porfiriato, y conforme ha pasado el tiempo, este sector ha ido creciendo para obtener también poder político en su participación ciudadana y económica.
Si bien, la clase media no se identifica con la clase pobre, también usa el discurso de “somos pobres” para sacar raja política y económica, pues muchos de los apoyos y programas gubernamentales destinados a las clases desfavorecidas son acaparadas por este sector, como jubilados que tienen pensión pero piden el apoyo del gobierno quitándole el lugar a una persona que realmente lo necesita, o las becas que son para estudiantes que no tienen recursos económicos pero que también son solicitadas por alumnos con padres que les proveen lo necesario.
Así que los programas sociales no siempre llegan a quienes los necesitan sino a quienes las acaparan, porque se aprovechan del sistema. Incluso, vemos en las redes la manera en que los jóvenes se burlan de cómo deben mentir para obtener las becas.
Las clases medias en México son difíciles de definir por la enorme desigualdad social y económica. Si bien, los índices internacionales indican que para ser clase media se debe ganar un salario de 30 a 50 mil pesitos (como dijera Samuel García), lo cierto es que una buena parte de la población gana en promedio 7000 a 8000 pesos, y menos todavía entre 10 a 15 mil pesos. Así que la clase media en la cotidianidad se ha manejado a partir de los ocho a los diez mil pesos mensuales, mientras los pobres ganan el salario mínimo (4 mil a 5 mil pesos a partir de López Obrador), es decir, ganan la mitad.
Imaginemos a quienes ganan menos de esta cifra mínima, los que a veces comen o no tienen dónde dormir: la extrema pobreza. Así la desigualdad se dispara, entre los más desfavorecidos, los pobres con salario mínimo, los de la clase media-baja que gana el doble, y la clase media que está entre los 15 a los 30 mil. Por ello, quienes ganan 50 a 100 mil al mes, nos parecen ricos. Aunque a los ricos ni siquiera los vemos. Basta con ver, las ofertas del trabajo para darse cuenta de los tipos de salarios.
Parece chiste, pero no lo es. En el país, las clases de forma cotidiana se han dividido entre los de extrema pobreza, pobreza baja, pobreza media, clase media baja, clase media media y clase media alta. Esta designación más que causarnos risa, debería preocuparnos.
Lo indignante en todo esto, es que la pobreza existe, sigue existiendo, y los pobres sólo se han vuelto objeto de disputa discursiva mientras que siguen muriendo sin atención médica y sin un salario justo. También hay que considerar que la pobreza difiere en los ámbitos urbanos y rurales.
Las cifras sobre los pobres en México, no obstante, son reales. Del total del ingreso del país, los pobres sólo reciben el 20%, mientras que los ricos, que son los menos, tienen el 36%. Esto es lo que se llama, la concentración de la riqueza. Una realidad lacerante. En gran medida, perpetuados por los mismos dueños de multinacionales que se aprovechan y generan las malas condiciones laborales.
Evitemos romantizar la pobreza pensando que los pobres son buenos y de ellos será el cielo. Deberíamos indignarnos por sus salarios, como de las condiciones de una clase media que también vive entre dudas y deudas, y entender mejor que un “échale ganas” no sirve cuando el sistema necesita que haya pobres para que el capitalismo pueda funcionar. Estamos a punto de estar como aquella película “Un mundo maravilloso”, en donde para eliminar a los pobres, sólo se requiere de una invención discursiva.
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