Gabriel Espinosa en su bellísimo libro sobre la Cuenca de México, El embrujo del lago, nos alertaba que los lagos terminarían por desaparecer, que es un camino natural de la evolución; también, que los grupos humanos hemos acelerado los procesos. En las últimas décadas en la Ciudad de México nuestra queja se ha multiplicado por la falta de agua, pero se ha convertido en un clamor sin oídos ni intenciones de resolver el asunto. Todo lo contrario, los diferentes gobiernos han desplazado su responsabilidad a los ciudadanos.
Así, cuidar el agua parece que sólo es un asunto individual, dejándose de lado la falta de atención en las fugas y desazolve de los drenajes, el mejoramiento en la captación pluvial y, sobre todo, la distribución equitativa.
En nuestra época, las acciones para desecar el gran lago (que en realidad es el conjunto de varios) comenzaron a partir de 1911, con el proceso de urbanización, y se fue agudizando con la gentrificación.
Desde entonces, es cierto, se han dado una serie de planeaciones y gran cantidad de trabajos: construcción y conclusión de túneles, construcciones de colectores marginales de ríos, canales para interceptar ríos, revestimiento para agua potable, entubamiento de los drenes, sistemas lagunarios para la regulación de aguas pluviales y estructuras de control, pero estas obras llevadas a cabo bajo el discurso de una mejoría en la vida de los habitantes, no llega a los destinatarios, pues estos se han dado para los fines agrícolas e industriales, es decir, para proteger los intereses económicos.
La zona de lo que alguna vez fue el lago es una de las regiones hidrológica más importantes del país, pero también zona de disputas entre la industria y el uso ciudadano, en el que este último ha salido perdiendo.
El conflicto por el agua es en todo el país
El problema en la Ciudad de México no es exclusivo, está ligado con otros asuntos y otras entidades, tal es el caso del Estado de México. Tras el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) se develaron una serie de intereses vinculados con el abastecimiento del agua (construcción de túneles, pozos profundos, canales de captación, sistemas lagunarios, entre otros) para zonas residenciales, industriales y comerciales, en el que la venta de pozos profundos y terrenos con ganancias millonarias fue avalada por CONAGUA.
Haber cambiado el nuevo aeropuerto a Santa Lucía no ha resuelto el problema, antes bien, ha destapado más intereses en juego. Entre estas dos entidades federativas se forma una cadena de conveniencias para la mercantilización del vital líquido.
El Estado de México tiene una gran cantidad de mantos acuíferos y pozos que ayudan al abastecimiento de la CdMx, no obstante, que el Edomex tendría los medios para suministrar a su propia población, el recurso es ambicionado para su vecino capitalino y, sobre todo, para ciertos sectores. Las refresqueras, la industria de la ropa o las cerveceras utilizan cantidades groseras de agua.
Esto es algo que también se repite en la misma capital, alcaldías como Iztapalapa, Azcapotzalco o Tláhuac, no tendrían porqué sufrir el desabastecimiento. Las colonias y barrios populares son las zonas que sufren más afectaciones, mientras que aquellas con mejor calidad de vida, tienen mayor rango de satisfacción. Por supuesto, en algún momento, ni las residencias tendrán el servicio.
Las industrias, por su lado, cuando llegue el momento, buscarán otras fuentes, mientras que, en el caso agrícola, cabe aclarar que es la industria agrícola la que sale ganando, pues los ejidatarios, igualmente, se les ha impedido el uso de riego para sus tierras. A los campesinos les están prohibido construir más pozos. Es innegable que la distribución del agua en el área metropolitana es desigual.
Las acciones, dentro de la zona metropolitana del Valle de México, se han encrudecido al desposeer a los ejidatarios de sus pozos (construidos o pagados por ellos mismos). Los municipios y delegaciones más afectados han sido los clasificados como “pobres” y los más cercanos a los yacimientos del antiguo Lago de Texcoco. Es necesario señalar que los movimientos, organizaciones y comunidades que han denunciado y luchado por el agua, han sido cooptadas por las autoridades estatales y federales de manera sistemática. Uno de los casos más emblemáticos ha sido Atenco.
La Cuenca en disputa sigue siendo una zona hidrológica (mantos acuíferos, ríos, pozos) y climatológicamente provechosa (templado subhúmedo y precipitaciones medias anuales), sólo requiere una infraestructura más eficiente y sin corrupción, pues tiene todavía capacidad para suministrar agua a la Ciudad de México durante muchos años más.
El sistema actual del Lago de Texcoco regula las aguas pluviales de los nueve ríos del Oriente del Valle de México, del Río de la Compañía proveniente del Estado de México y del Río Churubusco de la Ciudad de México. Sin embargo, los políticos dan concesiones a las empresas transnacionales, CONAGUA bloquea las mejoras de los pozos y la distribución equitativa del agua, los gobiernos despojan a los ejidatarios, los gobiernos locales se hacen de la vista gorda, mientras la población debe recurrir a las pipas privadas para abastecerse, paradójicamente, de los pozos profundos de los ejidales clausurados por CONAGUA, mientras que en zonas de menor ingreso ni si quieran tienen la posibilidad de pedir pipas públicas, pues no llegan.
Además, la falta de agua ha hecho que los pobladores se enfrenten entre sí. Ante nuevas construcciones de vivienda o, bien, ante las movilidades constantes a causa de las rentas, los pobladores ven como intrusos a sus nuevos vecinos. Pero estos no tienen nada de nuevos, han sido pobladores que, por las mismas condiciones deplorables de salarios, han rentado, subarrendado, vivido con parientes o comprado con grandes esfuerzos (a través de créditos de vivienda social o préstamos personales). La exigencia de la credencial de votar para ser vacunados por el virus del Covid-19 destapó el conflicto que supone para una gran cantidad de habitantes mantener la actualización de los datos.
El problema no se centra en las ciudades del país, pues para abastecer a las zonas industriales y residenciales se ha recurrido al despojo territorial de los pueblos originarios, ya que son ellos, quienes conservan los recursos naturales, pero lejos de aprender sobre sus formas de vida, somos cómplices de las peores acciones: desplazamientos forzados, asesinatos a indígenas, desapariciones de activistas ecológicos. En todo el país, por los megaproyectos y corredores comerciales hay conflictos por el agua, de ahí que se escuche fuerte el lema: “No es sequía, es saqueo”.
Por las diferentes problemáticas que atraviesan las poblaciones, varias organizaciones y grupos de ciudadanos están haciendo el llamado a no votar o anular el voto, decepcionados de los partidos y actores políticos. Lo cierto es que, sin importar quién gane en las próximas elecciones, las políticas públicas están alejadas de resolver de manera efectiva el problema del agua, pues va contra los intereses económicos de las trasnacionales y de los políticos, no sólo en la Ciudad de México, sino en todo el país.
Así, hay quienes llaman a no votar por la negligencia de la línea 12 del metro, mientras otros promueven el voto por el agua (#votaxagua). Si antes, se votaba por Cantinflas, a manera de protesta o alternativa jacarandosa, votar por el AGUA no parece tan descabellado –sin desmerecer al cómico–, se trata de una alternativa ciudadana para despertar a los políticos, para que dejen de dar concesiones a modo.
Escribir la palabra “agua” en la boleta sería un gesto de desobediencia civil: no hay alternativas políticas sin agua, no hay alternativas de vida sin agua. De algún modo, los ciudadanos buscan que los políticos respondan a las demandas, a los intereses de los ciudadanos, no a los intereses económicos y políticos. Los pobladores no tenemos que enfrentarnos por un derecho que los gobiernos deben de garantizarnos, ahora bien, pongamos nuestro granito de arena, ¿seremos capaces de dejar de consumir desmedidamente los refrescos, la ropa de moda rápida o desechable, las cervezas de industrias que despojan a los pueblos?
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