Esta breve historia relata la vida de una mujer que enfrenta la violencia doméstica junto a sus hijos. Harta de la forma en cómo la trata su marido deberá tomar una decisión.
Fragmento de Palabras
La puerta de madera golpeó la pared de adobe, la brutalidad impactó a los niños. María despertó de sus ensoñaciones y corrió a lado de su madre. Chico se quedó sentado, viendo a su padre tambaleándose con una botella en la mano. Salmón levantó apenas la cabeza y volvió a echarse. El señor de la casa pidió de cenar, se acercó a su hijo y colocó una mano en su cabeza.
—Esa niña siempre se la pasa pegada a tus faldas —el desdén iba de la madre a la niña, y de la niña a la madre.
El hombre se sentó, miró complacido a su hijo. Azotó el puño sobre la mesa, para que el servicio llegara lo antes posible. Graciela calentó las tortillas y el caldo de frijoles, con la niña pegada a sus piernas, luego sirvió la comida. Cuando estuvo suficientemente cerca, Gilberto tomó el machete enfundado, y con él comenzó a pegar a Chela, en consecuencia, a la niña. Ambas chillaban. Chela intentaba proteger a su hija, recibiendo la mayor tunda.
—¡Deja a mi mamá! —advirtió Chico.
El niño pateó las piernas de su padre. Salmón socorrió a los desamparados, enseñando los colmillos. Gilberto tomó del brazo a su hijo y lo arrojó a la silla, por lo que Salmón aprovechó para morder la pierna del verdugo, del cual se aferró como a un pedazo de bistec. Las mujeres se apartaron lo más que pudieron, justo en el momento en que Gilberto desenfundó el machete y le asestó el filo al perro, que se quedó tumbado y gimiendo de dolor.
La familia miraba cómo Salmón sangraba y sus ojos se transformaban en dos gotas de lluvia, Chico se arrodilló a su lado, consolándolo. El padre contempló la escena, luego sentenció:
—No vuelvas a dejar el desayuno en la mesa como si fuera un perro —Gilberto escupió a la cara de Chela…
Publicado: Matías Rendón, Ana. “Palabras” en Revista Cronopio, núm. 84, abril 2019.