Imagen Horizonte

“Horizonte” es un cuentecillo que fue publicado originalmente en el año 2018 en el suplemento cultural “Ojarasca” de La Jornada. Luego, en 2021, lo retomé para mi plaquette titulado “Tiempos invisibles“. En 2020 lo leí en el I Congreso Virtual Internacional “Espacio-tiempo y cuerpos: geopolítica propositiva para Nuestra América”.

Bueno, “leer”, lo que se dice leer, pues más bien fue a través de un vídeo en donde puse a mi caricatura a leer, de este modo intenté demostrar mis pocas (casi nulas) habilidades para la animación, pero de cualquier modo me gustó mucho el proceso. Me encanta la ilustración y la animación, sin embargo, soy una aficionada con pocas habilidades, aun así, me gusta torturar a la gente, y lo hago.

“Horizonte” trata sobre nuestra percepción del espacio-tiempo, pero del espacio-tiempo incierto, el espacio-tiempo de la posibilidad, un espacio-tiempo hipotético, aquel que no se alcanza, pero se percibe, por ello, es el espacio-tiempo del horizonte.

Este espacio-tiempo puede estar “atrás” o “adelante”, pues no hay diferencia de posiciones. Nace de la idea del espacio-tiempo como espiral, muy propio de los pueblos indígenas. Para el protagonista de la historia, el tiempo lineal se ve alterado por los recuerdos, por ello, regresa al espacio-tiempo de sus orígenes.

Imagen Horizonte

Horizonte (fragmento)

La fogata se había extinguido hacía tiempo, el humo y las cenizas eran vestigios de la vida pasada. La única solución lógica se encontraba al borde del cañaveral, allá donde sus ojos no alcanzaban el horizonte, por el entramado que formaban los animales feroces, los precipicios, los ríos y el canto de las montañas impenetrables, el camino antiguo tragado por el presente removido, un sendero que se insinuaba infranqueable por encima del círculo.

Recorrió de niño aquella ruta que lo conducía a un lugar de gran ajetreo, la ciudad de los caballos, los cuales producían los chasquidos de la lluvia sobre las baldosas. No podía recordar quién lo llevaba de la mano, únicamente el brazo delgado, moreno como la tierra. El tiempo llegaba para disolver el sueño y regresarlo al inicio.

Aguzaba los sentidos, tratando de comprender aquello que había escuchado. Un espacio y un tiempo —un lugar, un horario—, fragmentos incomprensibles, pero cuanto percibía chocaba con su experiencia, con las cuatro regiones tiempo-espacio, sin divisiones. Ahora él se encontraba justo en el corazón, en el centro de los senderos.

Publicado en Suplemento “Ojarasca” de La Jornada, no. 253, mayo de 2018, p. 9.

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Vídeo: Lectura con un poco de animación sobre el cuento Horizonte


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