“El hombre del arenal” es un cuentecillo sobre un hombre atrapado en el páramo, que busca con desesperación una salida. Algunas oraciones están escritas en mixe y tienen su traducción correspondiente, pues lo amerita para compartir con el lector, el contexto y la premura para que el personaje hable en ayuuk.
Si los lectores lo encuentran de interés pueden seguir leyéndolo en el sitio web de Ojarasca, en donde originalmente fue publicado o, bien, descargar el PDF del mismo suplemento.
El hombre del arenal (fragmento)
La noche escarpada. El hombre se equilibraba sobre el riel izquierdo de las vías del tren. Las piedrecillas poblaban el camino, lo demás, terreno vacío. Era un alma desgraciada, llevaba días sin comer, maldecía al cielo, las estrellas, al mundo que no era suyo. Cuánto daría por regresar, para estar en el corte de café, para sentir cómo el agua de la lluvia le mojaba las manos mientras recogía los granos, pero no, caminaba sobre una larga espera, tan infinita como quien aguarda a un desaparecido.
El páramo resaltaba la figura delgada. La camisa, los pantalones y la chaqueta, dos tallas más grandes, guardaban el polvo del desierto. El cuerpo enjuto acrecentaba su insignificancia al paso de las arenas. La oscuridad era un gris medio que resaltaba las arrugas de su rostro. El pelo era lacio, escamado y sucio, cubierto por un sombrero, cuyo listón amenazaba con desprenderse.
Murió cinco veces, cuatro en su pueblo, la última vez fue en la tierra de los extraños, estaba bien seguro. El hombre se detuvo para escuchar el silencio salpicado por los murmullos, atento para comprenderlos. Tenía la estatura de una ardilla, pero la intuición de un perro. En ocasiones le parecía que el desierto se convertía en el cafetal y que él era el tigre, ligero, acompasado, dueño del sendero; otras, se imaginaba con la cerbatana al acecho de un venado y cuando el cansancio lo vencía, mecido por el lomo del burro, cabalgando por los desfiladeros de las montañas.
Publicado en: Ojarasca de La Jornada, número 235, noviembre de 2016, p. 7.